República de las Letras

INMIGRANTES

¿Qué harían en el Poniente, en el Levante, sin los inmigrantes? ¿Tendrían gente para trabajar en los invernaderos?

Ninguna propuesta real y factible en materia económica, ni laboral, ni social: la extrema derecha sigue en el populismo vacío y sabe que sus ideas ultras no encajan en el mundo de hoy. Lo que más les identifica son su xenofobia y su racismo, su criminalización de los inmigrantes. Y lo más triste de ello es que eso encuentra eco en ese fondo conservador y atrasado que subsiste en la mentalidad española, por el cual se identifica todo lo malo, lo perverso, lo peligroso, con lo de fuera, con el extranjero. El extranjero pobre, se entiende, que ya sabemos por experiencia en Almería los problemas que hubo en el Poniente. Al extranjero rico se le recibe con los brazos abiertos, de eso también sabemos mucho en Almería.

Y hacen mal los agricultores almerienses en comprarles ese discurso. ¿Qué harían en el Poniente, en el Levante, sin inmigrantes extranjeros? ¿Tendrían gente para trabajar en los invernaderos, sin alojamiento, sin servicios, sin Seguridad Social, sin escuela para sus hijos, viviendo en chabolas infectas y sometidos a que cada día el tío que llega en su furgoneta a la esquina los elija para llevarlos a trabajar? ¿Quién haría ese trabajo, en esas condiciones? Españoles no, desde luego. Ya está siendo difícil encontrar gente para la hostelería, cuanto más para romperse el espinazo de sol a sol en el horno de un invernadero.

Dicen los ultras que estos inmigrantes no son comparables a los españoles emigrados a Europa en los cincuenta y sesenta, que iban con contrato de trabajo. Esto no era así en su inmensa mayoría. Pero si lo que pretenden es denunciar que vienen sin control -impulsados por el hambre y la miseria, como nosotros en los 50, que gobernaba Franco, no se olvide- la solución, si se acepta que los inmigrantes son necesarios, sería contratarlos en origen. Eso significaría declarar cada cual el contingente que necesita, en qué condiciones laborales y para cuánto tiempo de contrato. Habría que cantar lo que cultivas, cómo y cuánto. Y habría que reconocer derechos laborales, elaborar un convenio colectivo, limitar el horario de trabajo, procurar alojamientos dignos, servicios sociales, colegios, sanidad… ¿Estaría dispuesto a todo eso el agricultor almeriense? ¿O le conviene más continuar el estado actual y que los inmigrantes, una vez acabada su jornada, no se vean por bares y supermercados y desaparezcan hasta las seis de la mañana del día siguiente?

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