Esta columna se tendría que haber titulado Iberdrola y Endesa, por lo que luego se dirá. Sin embargo hemos puesto Iberduero por la resonancia que tiene ese nombre para los mayores de cincuenta años, ya que en 1992 la fusión de Hidroeléctrica Española e Iberduero dio lugar a la actual Iberdrola que, junto con Endesa, tienen la mayor parte del oligopolio eléctrico de España. Sí, esos que venden el kilovatio a precios de caviar iraní (en el caso de que quedara alguno). Y son un buen par de elementos: Iberdrola, porque es la heredera de aquella Iberduero que era propiedad de don José María Oriol y Urquijo, que mandaba más que Franco; es más, mandaba incluso en Franco para muchos asuntos, no siendo el menor el del monopolio eléctrico, el del sector ferroviario (era propietario del Talgo) y otras menudencias de obras públicas. El otro "puntal", Endesa, empezó como empresa pública: Empresa Nacional de Electricidad, Sociedad Anónima. Primero se comió empresas como Sevillana de Electricidad (antes Hidroeléctrica del Chorro), la catalana FECSA, o ENHER, entre otras varias. Con sucesivas privatizaciones acabó en 1998 en manos del Estado italiano, con lo cual, en realidad se hizo de nuevo empresa pública, pero extranjera, o sea, italiana. Así, los cuantiosos beneficios de nuestra antigua empresa pública acaban en manos del gobierno italiano: ¡Una gran operación del nuestro brillante presidente Aznar! quien, como se ve, tiene sobrados motivos para presumir de patriota español. No hay como envolverse en la bandera nacional para hacer lo que le salga a uno de los cataplines; ya lo dijo Samuel Johnson allá por el siglo XVIII: "El patriotismo es el último refugio de los bribones". Y, para el que no lo conozca, el doctor Johnson era un conservador de tomo y lomo. Con este historial, no es extraño que las grandes eléctricas sigan vacilando y tomando el pelo al contribuyente, plantándole cara al Gobierno y diciendo que ojito con meterse con ellos, a ver si se van a cabrear y van a cerrar las centrales nucleares, para empezar. Cosa que no van a hacer porque la energía nuclear les cuesta tan barata como la hidroeléctrica y la venden a precios de cogeneración, que es la más cara. Y el consumidor sin otra opción que pagar. Puede ejercer el derecho al pataleo, pero no le sirve de nada. En otros casos, el espectador paga y puede abuchear al artista y no ir más a verlo. En este caso no hay otra que tragar. Como mucho, puede cambiar de distribuidor, pero siguen siendo los mismos perros.

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