Ida y vuelta

Si alguna vez te has preguntado "cómo he llegado hasta aquí" olvida las propias respuestas que te has dado

Afuera está muy oscuro, demasiado lúgubre; no puedo dormir. Cierro los ojos con fuerza y sin saber cómo me precipito al abismo que forjan un lóbulo y otro de mi cerebro. En el fondo, anunciado con luces led hay un cartel. "Según se llega al infierno tuerza a mano derecha". Mientras me acerco resuena una música con fuerza. Al cansino ritmo de un raeggeton alguien repite "como un lobo voy detrás de ti". El barman saluda con un dedo en alto. Rubio, gordo y de flequillo imposible sirve copas de odio a quien las quiera tomar. Gana la banca, invita la casa. Pierde siempre el que las paga. Al pinchadiscos no se le distingue bien pero el tipo me recuerda a Miguel Bosé.

En una barra americana se contonea un Cupido lascivo. Ha cambiado la venda en los ojos por una mordaza en la boca. No usa ya flechas ni arco; alguien me grita al oído que con Tinder tiene contrato. Maldigo en alto a ese Eros de pacotilla, prendado de Youtube, pero él pasa de todo, se hace selfies que sube a la nube. En el centro de la pista unos soldados con mucha plata y poco aplomo juegan a la guerra. Pero son de los que al oír el primer tiro se darán el piro.

Me alejo del enjambre de moscas, de esas que disfrutan igual de la miel que de la hiel. El ruido cesa y el frío aumenta. El esperpento da paso a la entrada de una caverna donde un monstruo de tres cabezas me invita a pasar. Una ordena, la otra seduce, la tercera condena. Me empujan con violencia hasta el borde de la laguna Estigia. La ballena y Ahab agonizan en su orilla. Un Caronte con dientes blanqueados me invita a su yate: "no se preocupe si no tiene el óbolo, hoy aquí se fía".

¿Cómo he llegado hasta aquí, me pregunto? Detrás de un infierno, viene otro.

"A menos que te hayas aprendido el camino de vuelta". Me giro y un ciempiés que fuma en pipa me susurra: "tu primero, luego yo después". Camino firme desandando mis pasos. Alicia me espera, dando la espalda al perro tripartito. Besa mi frente, bordada de vida y muerte. A una palmada suya el cancerbero se tumba manso. Atravieso el lugar donde la música retumbaba. La pista está vacía, el cartel apagado. Abro los ojos. Afuera está muy oscuro, demasiado frío. Pero algo ha cambiado. No hay miedo, si no luz. La luz de todos aquellos que cenan con el diablo y vuelven para cantarlo. Siempre que hay una ida se puede encontrar la vuelta. Cierro los ojos y duermo tranquilo. Da igual todo; soy yo, por fin.

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