Comunicación (Im)pertinente

Francisco García Marcos

Illa destierra a ibáñez

Cuando estaba decidido a abandonarme en el consabido pesimismo nacional, aparece Salvador Illa en los medios

Los momentos singularmente críticos con frecuencia traen mensajes reverberantes, como si la gravedad de los acontecimientos removiera los bajíos de las sociedades para devolver sus constantes más consustanciales a la superficie de la cotidianidad. A veces, sin embargo, transportan inopinadas brisas,con la ilusión de algo distinto. A principios de semana, la Comunidad de Madrid anunció dos medidas para paliar su falta de rastreadores: privatizar el servicio y dotarlo de 22 unidades, aunque habían rechazado los 1000 rastreadores ofrecidos por el Ayuntamiento de la capital. En Galicia y en Canarias, se prohibió fumar en la calle para solventar la pandemia. Cada comunidad, en todo caso, interpretaba la situación como estimaba oportuno: segunda oleada declarada para unos, simples brotes controlados para otros, unos tribunales corroboraban las restricciones administrativas y otros las desautorizaban. Entre tan peculiar desconcierto, los profesionales sanitarios hacían una severa advertencia sobre el riesgo inminente de colapsar de nuevo el sistema sanitario. Por un momento pensé que a los fieles seguidores de F. Ibáñez se nos estaba entregando una versión COVID de Pepe Gotera y Otilio, chapuzas a domicilio, El botones Sacarino o Mortadelo y Filemón. Bien visto, todo eso encajaba sin demasiada dificultad en la hilarantes historietas que se contaban allí. Y, lo que es peor, no dejaba de ser un modus operandi tan hispano que, por momentos, ha sido complicado discernir si el cómic estaba dentro o fuera de las viñetas. Cuando estaba decidido a abandonarme en el consabido pesimismo nacional, aparece Salvador Illa en todos los medios, cargado de medidas, de obligado cumplimiento, además dentro de todo el territorio nacional. Me he reencontrado con mi añorada profesión periodística. Tampoco es la primera vez que tengo que levantar un texto porque, en el último momento, algo lo ha cambiado todo. No hay problema. Guardo con gusto las quejas indiscriminadas a la clase política española, a nuestra pasividad consustancial, a la falta de una dirección sanitaria única. No sé si la propuesta de Illa será suficiente para todos los agentes implicados, si surtirá los efectos deseados o si tendrá que ser revisada de inmediato. Pero, al menos, personalmente me deja la tranquilidad de que hay alguien medianamente responsable que está haciendo las cosas con sensatez. La verdad, prefiero leer las ocurrencias de Ibáñez en otras cosas.

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