Impuestos y globalización

El control de los recursos financieros es la médula del poder político: sin ellos, no hay poder, ni cabe hacer política

El control de los recursos financieros conforma la médula del poder político: sin ellos, ni existe poder, ni cabe hacer política. Hoy, un Estado, aún los menos socializados, maneja no menos de un cuarto, e incluso algunos superan el tercio, del PIB que, además, le garantiza un el poderío estratégico por el calado de las inversiones públicas (educación, salud, infraestructuras, etc). ¿Cómo cuestionar, pues, que toda gestión política tiene una dimensión financiera, o que la política y la economía anden ligadas por vínculos íntimos o, a menudo, inextricables? Es una conexión que explica la raíz fiscalista de los primeros Parlamentos, el del Reino de León (S. XII) o el inglés (S.XIII), a rebufo de la máxima de que lo que afecta a todos, por todos debe ser aprobado. Porque acaso nada nos afecte tanto a todos como los impuestos. Aunque lo del todos, es un decir, ya que la exención tributaria, siempre operó históricamente como un signo de privilegio, ya de casta palaciega, ya de estatus religioso o feudal que, mal que bien, aún subsisten latentes a pesar de la mustia igualdad constitucionalmente consagrada. Pero lo que se atisba con la globalización rampante puede que sea incluso peor, visto desde el ideal de que los impuestos fueran un mecanismo de solidaridad y redistribución de riqueza social, que se nutren de la rentabilidad para que sea quien más gane quien más contribuya. Porque no se sabe por qué arte de birlibirloque ?o si se sabe y no se enmienda? persistan escalas disímiles para los impuestos personales y societarios: éstos con tipos de gravamen fijos tanto si ganan un euro como si ingresan millones: un agravio decimonónico. Ni se conoce exacción fiscal alguna para los pujantes negocios que operan con bitcoin. Ni se entiende que las grandes Cías tecnológicas se jacten de ganar miles de millones aunque luego se hallan a la cola de los ingresos fiscales, al operar diseminadas por el orbe. Y la impresión que deja todo ello, es que vamos hacia un mundo hiperconectado, sí, pero que sigue gobernado por unos políticos anclados entre sesgos impositivos aldeanos, todavía encelados, como en el medievo, con la burguesía del lugar. Ni siquiera con los vecinos ricos, a los que se sosiega con artefactos fiscales privilegiados (Sicavs, Socimis, etc), ya que, en otro caso, a éstos, les sale más barato deslocalizarse entre paraísos sin Inspectores. Que siguen por ahí, tan campantes.

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