Incapaces de corregirnos

Después de un error, las personas implicadas en el asunto de la corrección mutua han de salir como mejores seres y mejor formadas

La escritura con falta de rigor ortográfico es algo que nos acompaña desde siempre: si no existiese la más mínima variación con el paso del tiempo no habría más lenguas que las de las tribus o clanes donde comenzó a aparecer el lenguaje en los homínidos. Pero, una cosa es que la propia evolución nos haga ir incorporando nuevas palabras y formas de expresión y otra es que dé vergüenza ajena leer en los muros de las redes auténticos atentados al idioma. Y no me estoy refiriendo a despistes que nos pueden ocurrir a cualquiera: ¡maldita la ocurrencia de poner la v y la b juntas en el teclado; o a esa "tontería" de poner la g y la j con la h intercalada!

Es enorme el desapego que le tenemos a la perfección. ¿Por qué defendemos de esa manera tan provocadora el error? Es más, me causa verdadera compasión y compromiso de mejora aquella persona que yerra porque ignora. A quien me refiero es a quien defiende la dignidad del ignorante por ignorancia: no falta quien, a la vista de una corrección ortográfica que se señala, salta en defensa de quien erró su frase.

Soy de los que piensan que ese tic tiene mucho que ver con nuestra forma de vivir el éxito y el fracaso. En la vertiente docente de mi tarea, entiendo que es de extraordinaria importancia no errar a la hora de transmitir el conocimiento, pero también entiendo que es mucho más importante el transmitir un criterio de discernimiento del saber; por eso, que se me corrija cuando he escrito un +4 en vez de un -4, es importante, y para nada desmerecedor de mi tarea. Del mismo modo, ¡cuánto no será importante corregir a quien desconoce!

Todos habremos encontrado ejemplos de personas que han sabido responder agradecidamente a una corrección; y también de lo contrario. Seguro que cada uno de nosotros mismos también ha vivido esas experiencias en primerísima persona. Lo que podemos asegurar con plena garantía es que cuando se ha vivido esa experiencia con autenticidad, todos los implicados en el asunto de la corrección mutua han salido siendo mejor persona y estando mejor formados desde el ámbito de la expresión lingüística. Lo cual no es poca cosa: es lo que nos permite expresar todo nuestro ser.

Y es que hay un presupuesto esencial desde el que hacer esa corrección: el de la igualdad, el de que nadie es más o menos que nadie por corregir o ser corregido. Algún día podremos hablar más despacio…; esa es la corrección fraterna.

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