Incompetencia insolente

Esperemos que la anunciada revisión de tal ley logre equilibrar el tratamiento punitivo y protector

La incompetencia es un tipo de disfunción en la que alguna que otra vez incurre todo humano, aunque solo se revela como insolente, o sea insoportable para su entorno social, cuando el inhábil de turno se niega o es incapaz de reconocerla ya por inepcia ocasional ya por ceguera crónica. Aserto que viene a cuento del parto y ulteriores apuros de la llamada Ley Sísi, (L.O. 10/22) para refundir los delitos de abuso y agresión sexual en una regulación confusa, con graves deficiencias técnico legales que, además, viene propiciando beneficios injustificados a reos condenados por la ley anterior, efecto que, a mayor despropósito, fue advertido en informes jurídicos previos del CGPJ, luego desoídos por las prisas -acaso no exentas de soberbia dogmática o incompetencia insolente- de quienes creen poder arreglar el mundo, desde los frívolos eslóganes asamblearios que fanatizan su cultureta demagógica.

Se trata, al cabo, de una ley que ha merecido clamorosas críticas en todos los ámbitos jurídicos, judiciales o académicos, y cuya revisión se anuncia ahora por el cupo socialista del gobierno, lo que no impedirá que siga desplegando provechos indeseables, ya que ninguna novación legal puede tener efecto retroactivo y solo será aplicable a los delitos posteriores a la misma. Eso significa que las deficiencias de esta ley seguirán beneficiando a los ya condenados con el antiguo C. Penal, porque así lo determina la Constitución al proscribir toda retroactividad que perjudique al reo. Por tanto, que nadie presuma de soluciones de las que no dispone, si no cambia a la vez la Carta Magna y esperemos que la anunciada revisión de tal ley, al margen de su dosis de postureo reactivo ante la alarma social y la deseable subsanación de deficiencias de la ley vigente, logre equilibrar el tratamiento punitivo y protector que han venido reclamando entre otros, los colectivos feministas más lúcidos y razonables.

Además de mostrar un talante rectificativo para corregir los errores evidentes sin tener que culpar a los jueces y medios informativos de una responsabilidad que solo es imputable a quienes no solo legislaron con prisas y malamente, en sus dos leyes estelares: la ley Trans y la ley Sísi sino que, además, se niegan a revisarlas. Y como diría el sabio Confucio, o si no lo dijo acaso lo pensó, la cultura equivale a saber rectificar: lo demás es incultura, arrogancia pueril o incompetencia insolente.

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