Infeliz ambición

En el autocontrol de la ambición se encuentra uno de los principios esenciales de la felicidad

Tener un buen cuchillo en las manos facilita mucho la tarea. Cortar de un tajo preciso los ingredientes de una receta resulta una grata sensación. Pero cuando un cuchillo bien afilado se nos escapa el resultado suele ser doloroso y el recuerdo perdura en nuestra piel por siempre. Estoy convencido de que algo similar sucede con la ambición. Siendo conscientes del uso que le damos a esta herramienta podemos obtener notables beneficios en nuestra vida. Pero si perdemos el control sobre este deseo acabaremos propiciando un desenlace amargo. Siempre que puedo refrendo mis artículos con experiencias de otros más sabios o con artículos de gente más aplicada que un servidor. Hoy les presento a Timothy Judge. Este profesor de la Universidad de Notre Dame lideró un estudio en el que se evaluó a una muestra de 700 personas a lo largo de siete décadas. Sin entrar en detalles técnicos, que pueden consultar a golpe de clic, la publicación concluyó algo ya intuíamos. Las personas que puntuaban más alto en la dimensión "ambición" obtenían mayores logros educativos y profesionales. No obstante cuanto mayor era esta emoción peor puntuaban en las escalas de felicidad, calidad de vida y en longevidad.

Dicho de otro modo: hay pruebas científicas que concluyen que la ambición desmedida consigue que obtengas más dinero pero te sirve de poco dado que vives menos y más infelizmente.

¿Pero entonces dónde está el equilibrio razonable? Para exponerlo de forma didáctica dividiremos la ambición en sana y perjudicial. La primera, la positiva, se caracteriza por desarrollar algo que llevamos improntado en nuestro código genético. La lucha por la supervivencia digna y el desarrollo personal es algo que marca la diferencia con cualquier otra especie animal. Resulta adecuado, por tanto, buscar nuevas metas y proyectos que nos den el impulso que precisamos para seguir creciendo. Es legítimo que esos proyectos mejoren nuestra calidad de vida y nos acerquen a nuestro ideal de Yo.

Por contra, nos acabaremos amargando la existencia si esta sana necesidad de avanzar se troca en una insatisfacción constante, en un deseo imperioso de vencer a los (supuestos) competidores o si consigue que la visión de nosotros mismos se mida sólo por los éxitos cosechados. Hay, por tanto, que estar finos y mirar bien dónde pisamos. Si llega un momento en que bajo nuestros pies hay personas lo mejor es, sin duda, bajarse.

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