Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Ingenuos

Millones de europeos pensaban que las guerras en su territorio habían quedado para siempre en la Historia

Qué ingenuos. Pertenezco por generación a los millones de europeos que pensaron que las guerras en su territorio habían quedado para siempre atrás tras las dos grandes conflagraciones del siglo pasado. Habíamos aprendido la lección y aunque el mundo atravesara crisis más o menos intensas, las columnas de tanques y aviones masacrando poblaciones civiles habían quedado para siempre en la historia para vergüenza de los responsables de tanta iniquidad. Aquello quedaba atrás por dos razones: la primera, porque la humanidad, por lo menos la parte de la humanidad que estaba al frente del progreso, había grabado en su propia carne que la barbarie no era el camino para resolver los conflictos; la segunda, porque después de una larga guerra fría basada en el concepto de destrucción mutua asegurada, las guerras ya nunca iban a ser como las que conocíamos sino enfrentamientos tecnológicos y económicos bajo la amenaza siempre de una escalada nuclear de resultados apocalípticos.

Nos hemos equivocado. Como nos equivocamos pensando que las epidemias capaces de llevarse a millones de personas por delante estaban definitivamente enterradas en el pasado. De pronto, un sátrapa con ansias imperialistas decide invadir un Estado independiente reconocido como tal por la comunidad internacional y pone el mundo patas arribas. Son muchos los que piensan, y no les faltan argumentos, que algo se ha roto para siempre en los equilibrios que han conformado nuestra sociedad y que nos han permitido avanzar a un ritmo desconocido en la Historia. Que ya vamos a tener encima durante mucho tiempo la amenaza de las armas pendiendo sobre nuestras cabezas.

Putin ha decidido dar una patada al tablero y Europa ha tenido que improvisar una respuesta al desafío. Estaban en juego mucho más que las posiciones geoestratégicas o la necesidad de frenar las ansias de Putin por resucitar algo muy parecido a lo que fue la Unión Soviética. Europa ha vuelto a ser con este conflicto la defensora por definición de una serie de valores que se han visto machacados, frente a una Rusia expansionista, una China dispuesta a hacerse la dueña del mundo y unos Estados Unidos titubeantes y sin rumbo, nos toca jugar otra vez un papel importante en la esfera mundial. Democracia, derechos humanos, solidaridad... vuelven a ser banderas que hay que levantar en un momento convulso y complicado. Y nos va a tocar a nosotros, que pasamos décadas de ingenuidad pensando que la paz había dejado de ser una mercancía frágil.

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