Inocentes

La misma idea de inocencia ha desaparecido de un mundo en el que sólo se cultivan la sospecha y la desconfianza

En el mundo de Tinder y de Airbnb es muy difícil que alguien recuerde que hoy se celebra el día de los inocentes. Y lo mismo puede decirse de la vieja tradición de las inocentadas, a no ser que aparezcan en algún programa de retales televisivos. Incluso la misma idea de inocencia parece haber desaparecido de un mundo en el que sólo se cultivan la sospecha y la desconfianza como única forma razonable de encarar la vida. "No te fíes de nadie, no creas a nadie, no te dejes engatusar por nadie porque la gente sólo quiere aprovecharse de ti". Eso es lo que inculcamos a los niños. Eso es más o menos lo que nos han inculcado a todos. Y con razón, supongo.

Y aun así, los inocentes están ahí: los crédulos, los incautos, los esperanzados, los que se fían de los demás, los que aún creen en el amor, los que confían en el futuro, los que sueñan con un mundo mejor. Y todos ellos están representados por esos inocentes de la leyenda bíblica que aparecen en el Evangelio de San Mateo. Los eruditos aseguran que la matanza de niños ordenada por el rey Herodes es un invento. Es lo más probable, aunque algunos investigadores dicen que Herodes era muy capaz de ordenar una matanza de niños (de hecho, ya había asesinado a muchos familiares suyos). Y además, Belén era un pueblo tan pequeño que quizá no tuviera más de veinte niños, de modo que la matanza -si fue real- pudo ser un hecho tan poco importante que nadie se preocupara de consignarla. Al fin y al cabo, esa clase de matanzas eran habituales. Y al fin y al cabo, aquellos niños inocentes no importaban a nadie.

¿A quién importan los inocentes, tanto los que están libres de culpa pero son acusados y condenados, como los otros inocentes: los candorosos, los ingenuos, los que se niegan a ser desconfiados? Y lo más curioso es que esta sociedad nuestra, que se ríe de los inocentes y los desprecia, al mismo tiempo está llena de gente que se cree muy lista pero se traga toda clase de paparruchas. La independencia catalana que convertirá a todos los catalanes de buena fe en personas prósperas, sabias, esbeltas y libres de enfermedades (ni siquiera habrá calvicie ni celulitis), o las ridículas promesas de Pedro Sánchez, o esa absurda falacia de la prosperidad general: he aquí grandes patrañas en las que millones de personas creen a pies juntillas. Hoy supongo que también se celebra su fiesta. Felicidades.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios