Inodoro incómodo

Distraerse en una sentada sobre la taza del retrete será más incómodo para quienes practiquen ese escaqueo

La sensata preocupación por el rendimiento laboral de los trabajadores no debe extrañar entre las disposiciones que adopte una empresa. Si bien, otra cosa es el modo en que se altere o aminore la dedicación de los empleados y, sobre todo, las medidas o remedios adoptados para corregirlo. Un inodoro incómodo, además de materia escatológica, porque tiene no poco que ver con los excrementos, resulta, cuando menos, ocurrente, por idea inesperada aunque se quiera efectiva. Además, si la pérdida de comodidad del asiento evacuatorio se presenta como medida que facilita el tránsito intestinal y previene las hemorroides, la situación se hace todavía más controvertida ante una disimulada intención. Ya que, entonces, debería hablarse de salud laboral y no de productividad profesional -por no mentar, o sí, la de las materias fecales- De modo que una inclinación de trece grados hacia abajo del inodoro lleva a una incomodidad fastidiosa, al poco tiempo de sentarse, y así se evitan pérdidas de tiempo de quienes, después de satisfacer tan perentoria necesidad primaria, recrean su alivio con distracciones variopintas, casi siempre propiciadas por el teléfono móvil, sin que descartarse deba alguna lectura provechosa en semejante compostura.

Sería cuestión de indagar de qué modo se concluye que ir al baño ocupa un tiempo medio de veintiún minutos y que tal apartamiento de la tarea acarrea pérdidas a las empresas de más de mil euros por empleado. Las pesquisas habrán sido diversas y, en su caso, cercanas a los retretes. Ahora bien, esta solución ergonómica al escaqueo no parece solo una ocurrencia a propósito, sino que, a su modo, se aplica a otras situaciones. Es el caso de los locales de cadenas de servicios de restauración, donde las mesas y sillas, aunque con diseño y estética cuidados, resultan asimismo incómodas a fin de que no se prolongue la sobremesa sin consumiciones repetidas y puedan acomodarse, es un decir, otros clientes. O del mobiliario urbano, con ángulos o salientes en los bancos que pongan difícil pasar la noche a quienes deambulan sin hogar o, teniéndolo, no quieren volver a esas cuatro paredes.

En fin, las respuestas a la relajación laboral entran en materia excrementicia, cuando no pocos trabajadores es seguro que han usado escasas veces, por no decir nunca, salvo apreturas extraordinarias, baños públicos para evacuaciones mayores, con recreo o distracción añadida. Que no se olvide tirar de la cisterna.

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