Metafóricamente hablando

Antonia Amate

Abogada

Intransigencias

Amanece un día más, aparentemente nada ha cambiado en la ciudad. Sin embargo, los cambios son profundos, como las aguas subterráneas, que afloran de repente en el lecho de un río seco. La sociedad es un ser vivo, que se transforma, avanza, retrocede, cambia de color como un animal camaleónico. Y, a pesar de ser la "crónica de una muerte anunciada", nos quedamos atónitos ante algunos cambios inesperados, y no por ello menos previsibles. Cuando tratamos de analizar qué es lo que puede haber pasado en una sociedad avanzada, en el siglo XXI, para que se retroceda en la defensa y reconocimiento de los derechos y libertades, conquistadas con tanta sangre y dolor, como le costó a Europa, solo vemos una nebulosa. Una nebulosa que esconde las aguas bravas que discurren por debajo del lecho del rio seco. A poco que recordemos nuestra historia más reciente, los ojos de tantos hombres y mujeres, víctimas de la intransigencia que se instaló en Europa el siglo pasado, nos hacen estremecer de horror. Nada más lejos de mi voluntad, que anunciar tiempos tan tempestuosos, pero las líneas que separan la convivencia pacífica, el desarrollo y la prosperidad de una sociedad, de su destrucción, son tan débiles, como invisibles. Y cuando se cruzan, volver atrás es difícil, porque no sabemos a qué distancia estamos situados. Si algo preocupa a los demócratas europeos, es el renacer del nazismo, que tanta desgracia trajo a sus ciudadanos. El índice de intransigencia es inversamente proporcional al del bienestar y el desarrollo de las personas. Recapacitemos y descubramos las fisuras a través de las que emergen esas aguas. Pongamos remedio a aquello que tanto miedo produce a una sociedad, que debe afrontar los cambios que se generan, por el propio devenir del tiempo. Ni los extranjeros son delincuentes, ni suponen un peligro para la sociedad "per se". Lo que es un peligro, es la indiferencia ante el dolor y la miseria. Quizá sea un cambio en su política internacional lo que deba afrontar Europa. Un cambio que aspire a poner vetos a los Estados que someten a sus ciudadanos de forma cruel, que no los defiende de la explotación de las multinacionales, y que incluso permiten con toda impunidad que les arrebatan la vida y la libertad, incluso ejecutándolo ellos mismos. Quizá la "com-pasión" y el compromiso con los derechos humanos, más allá de sus fronteras, sea la solución para mantenerlos dentro de su propio territorio. Una sociedad que rechaza la inmigración ilegal, producto de la injusticia, sin más análisis sobre las causas que la provocan, y que acepta sin condiciones la instalación en el mismo territorio, de grandes mafias, traficantes de armas, drogas o personas, sin que ello suponga ningún quebradero de cabeza, compromete su propio futuro, y ese futuro es el nuestro.

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