República de las Letras

JEMAD

La pandemia va a peor. Ya sería hora de convertir a las FFAA en una gran UME y llamar a todos los sanitarios

D ESDE luego, nadie estaba preparado para esta guerra mundial que la Humanidad está librando contra la pandemia. No estábamos preparados en medios materiales y humanos, pero es que tampoco en mentalidad. Pero, aun así, no dejan de sorprendernos los casos de insolidaridad que se están conociendo, el más paradigmático y escandaloso el del JEMAD y otros altos cargos del Ejército que se han vacunado, al parecer, sin tocarles según su propio protocolo militar de vacunaciones. Y esa es otra: que este protocolo fuese desconocido por la ministra es un escándalo. ¡Cómo, en tiempos de pandemia mundial y con las dimensiones que ha adquirido en España tras las alegrías fiesteras de la Navidad, cómo, digo, desconocía la señora ministra la forma en que se iban a administrar esas dosis, tan escasas para la población y de tan difícil logística, entre el personal de su mando! Inaudito. De dimisión inmediata. El caso del JEMAD es reprobable éticamente porque cuanto más alto es el cargo del infractor más grave es también la ofensa a la sociedad. El hecho es heredero de esa secular mentalidad, muy antigua, de estar aparte del resto, de ser la élite de la sociedad, una sociedad que destina presupuestos astronómicos, mucho mayores que los de la Sanidad Pública, procedentes de los impuestos de todos los españoles, a gastos militares. Recuérdese, por cierto, la descripción que hace Arturo Barea en su obra "La forja de un rebelde" respecto a los tejemanejes a cuenta de las alpargatas de los soldados de reemplazo durante la Guerra de África y el Desastre de Annual.

La pandemia va a peor. Ya sería hora de convertir a las fuerzas armadas en una gran UME que se dedicara, entre otras muchas cosas, a los rastreos de contagios y a controlar las infracciones al Estado de Alarma. Cambiar los tanques por ambulancias, las maniobras por hospitales de campaña, los cañones por grúas y mangueras de incendios. Cambiar a los legionarios por sanitarios. Esa es la gran reforma pendiente del Ejército. Eso e incorporar a la lucha a todos los sanitarios existentes en el país y emigrados serán dos acciones a las que, más pronto que tarde, obligará la grave evolución de la pandemia. Porque esto es una guerra cuyas proporciones aún desconocemos y en la que, por cierto, no podrá ser recortada la libertad de expresión. Supongo, a propósito de eso, que este artículo tampoco saldrá en la portada del digital.

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