JJOO

Dado que los olímpicos juegos se celebran es conveniente que todo ser viviente lo sepamos día y noche

En mi placentero discurrir por este verano inexistente (nunca sé si es verano o invierno, ya no existen las diferencias salvo el clima) me topo con ese fenómeno inexplicable para seres de costumbres consistente en que los programas de radio cambian de presentadores, las estrellas se van de vacaciones y hacen reapariciones puntuales. En los programas de radio, qué viejuno, además de los estivales cambios me topo con otro fenómeno inesperado. Dado que los olímpicos juegos se celebran es conveniente que todo ser viviente, incluidos los que prácticamente odiamos el deporte, rectifico, ignoramos y nos es indiferente todo lo relativo al deporte, lo sepamos ampliamente día y noche, literalmente, dado los horarios y así los radioyentes matutinos y vespertinos pongamos a la hora que pongamos las principales cadenas, nos encontraremos espectaculares radiocomentarios sobre cada especialidad, interrumpiendo cualquier cosa que se esté transmitiendo a cualquier hora para vociferar con ese tono absurdo de emoción primaria, con lo que se retransmite el más simple suceso en cada especialidad, dando paso a la carrera de esa triatleta española que está a punto de sobrepasar a la participante camboyana o la torta que le acaba de dar el participante de la especialidad de artes marciales (o como puñeta se llame) al otro de no sé dónde. Pasando con pavor de dial los descarto todos y busco paz en mi olvidada radio clásica para descubrir que el programa con vistas al mar está poniendo una sonata de Scarlatti comentando que compuso casi todas sus sonatas para una reina española y como el sacrosanto olimpismo inunda las ondas hasta los sábados o domingos de buena mañana (confieso que madrugo sábados y domingos, que junto con mi indiferencia hacia el deporte y mi inconstante afición por la música clásica me convierte, mirándolo bien, en la persona más normal del mundo) decía, redescubro que a tales desconocidas horas de los sábados y domingos (7 a.m.) existen programas donde rememoran las cartas de Mozart, padre e hijo, ambos Mozart, junto con Nannerl, hermana de Wolfgang, todos músicos y no malos, aunque solo ponen del fondo la música del inmortal despreciado por los puristas beethovenianos bachianos totalmente salierizados que siguen escuchando su risa ad aeternum. Por cierto, ni se reía así, ni Salieri era su enemigo, ni fastidiará habida cuenta que jamás madrugarán para escucharle.

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