El callejón del gato

JUANCARLISTAS ADULADORES

Circulan por las redes fragmentos atribuidos a don QuijotE que nada tienen que ver con la obra de Cervantes

Circulan por las redes fragmentos atribuidos a don Quijote de la Mancha que nada tienen que ver con la obra de Cervantes, auténticos bulos que se inventa cualquier ilustrado para fundamentar una idea que quiere transmitir. Las palabras del Ingenioso Hidalgo que voy a exponer en mi columna son auténticas, aparecen en el capítulo II de la Segunda Parte y dicen lo siguiente: "Finalmente, quiero, Sancho, me digas lo que acerca desto ha llegado a tus oídos, y esto me has de decir sin añadir al bien ni quitar al mal cosa alguna, que de los vasallos leales es decir la verdad a sus señores en su ser y figura propia, sin que la adulación la acreciente o otro vano respeto la disminuya; y quiero que sepas, Sancho, que si a los oídos de los príncipes llegase la verdad desnuda, sin los vestidos de la lisonja, otros siglos correrían, otras edades serían tenidas por más de hierro que la nuestra, que entiendo que de las que ahora se usan es la dorada. Sírvate este advertimiento, Sancho, para que discreta y bienintencionadamente pongas en mis oídos la verdad de las cosas que supieres de lo que te he preguntado". Leyéndola me vino al pensamiento lo bien que le habría venido al Rey Emérito haber tenido a su vera un vasallo leal que le hubiera dicho la verdad desnuda sobre su conducta inapropiada, cuando dio el primer paso por la senda que lo ha llevado hasta el escondite donde sea que se encuentre su persona. Resulta difícil creer que de las andanzas que hoy desacreditan la figura de Juan Carlos I, nada supieran los vasallos que circulaban a su alrededor, políticos de alto rango, acreditados periodistas, personal de la Casa Real y compañeros de equipaje en sus diversas y presuntas maniobras amorosa y financieras que, al parecer, guardaban estrecha relación. Ningún Gobierno tuvo el valor de plantarle cara a la corona, ningún periódico destacado fue capaz de desvelar cualquier operación que desprestigiara a la monarquía, y los más allegados se dedicaban a dulcificar la imagen de una Corte ejemplar con tintes color de rosa y en buena armonía. Con la etiqueta de haber representado un papel protagonista en la transición, y con el sello de su imagen televisiva frustrando el golpe de estado, obtuvo carta blanca para para campar sin control. Cuánto mejor habría sido para la monarquía que representa que, en lugar de tantos aduladores "juancarlistas", hubiera contado con un vasallo leal que le hubiera parado los pies en el primer desliz.

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