La Jerga taurina impregna nuestra habla

A nadie le resultan desconocidas expresiones como "tener mano izquierda", "salir por la puerta grande"

C ADA una de las artes, ciencias o profesiones desarrolla su propio lenguaje especializado. Esta especialización se manifiesta en un vocabulario propio que intenta formular sus contenidos con la mayor precisión posible. Podemos hablar del léxico especializado de la medicina, del derecho, del deporte, de la economía, de la música, de la literatura… Tampoco la tauromaquia escapa de esta tendencia.

Como tantas otras actividades -ciencias, artes, oficios-, la tauromaquia ha desarrollado su peculiar vocabulario, su jerga para entendidos, su habla para aficionados o no tan aficionados, que ya lo usan y se lo adjudican en su vida diaria.

Cuando los aficionados lo usamos, nos reconocemos y nos complace; y quienes no conocen la terminología propia de esta jerga están "fuera de juego". Esto ocurre bastante a menudo en las crónicas taurinas, que utilizan el léxico taurino como una clarísima vía de lucimiento que, dicho sea de paso, aleja a la crónica taurina del estilo informativo periodístico puro.

He elegido al azar y por tenerlo presente en este suelto, un ejemplo entresacado de una crónica de Joaquín Vidal: "Se trataba del quinto toro (no hay quinto malo, de la época en que no había sorteo y el ganadero adjudicaba en quinto lugar el toro que mejor le parecía), deslumbrante cárdeno claro, botinero si se le miraba por abajo, badanudo si es por medio, enmorrillado por las altas agujas". Para los no entendidos: "cárdeno" (de pelo negro y blanco); "botinero" (de pelo claro con las extremidades negras); "badanudo" (con mucha papada de piel, tanta que hasta le cuelga); "enmorrillado" (que tiene mucho morrillo); "morrillo" (región comprendida entre la nuca y la nuez del burel).

A nadie le resultan desconocidas expresiones como "tener mano izquierda", "salir por la puerta grande", "tener vergüenza torera", "torear" (a alguien), "dar la puntilla", "agarrar al toro por los cuernos", "estar al quite", "ver los toros desde la barrera", etc.

Esta última parte es una muestra más de que tauromaquia y lenguaje están íntimamente unidos hasta el punto que… saltamos al ruedo para agarrar, de una vez, al toro por los cuernos.

Lo más curioso es que este lenguaje no lo emplean solo los profesionales, ni sólo los aficionados: cualquier hablante lo utiliza con naturalidad en diversos aspectos de su vida cotidiana.

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