URGENTE Pedro Sánchez se retira de la vida pública hasta el 29 de abril para pensar si seguirá de presidente del Gobierno

Comunicación (im)pertinente)

Francisco García Marcos

Jhonny no cogió su fusil

Putin y la OTAN son los últimos eslabones de una genealogía siniestra que se remonta a la Noche de los Tiempos

Mientras dejaba atrás a sus hombres y avanzaba en solitario hacia el campo enemigo, Federico Hohenstaufen pensaba en lo gravoso que resultaba ser nieto del gran Federico I Barbarroja. La guardia sarracena dudó al verlo aproximarse, surgido como un espectro cabizbajo que atraviesa la noche. Finalmente, accedieron a notificar su sorpresiva llega a Al-Kamil, el agudo sobrino del mismísimo Saladino. El Meledin, apodo que le habían asignado los cruzados francos, de inmediato hizo llegar al cristiano hasta sus aposentos. Allí departieron la noche entera. Ambos tenían mucho en común, entre otras cosas, ser personas cultas, refinadas y sensibles al frente de huestes guerreras, algo que les resultaba singularmente incómodo. Con las primeras luces del alba Hohenstaufen regresó a su campamento. Sin cruzar palabra con sus capitanes y sin mayor dilación, se puso al frente de las tropas cristianas para dirigir el ataque a Jerusalén. La contienda fue breve, limpia y exitosa. La retirada apresurada de los sarracenos, sin oponer resistencia alguna, permitió conquistar la ciudad santa, emblema de la cristiandad, sin derramamiento de sangre alguna. De esa manera, Federico pudo volver a Italia, con el deber cumplido, para tranquilidad del Papado.

Unos meses después se repitió la operación militar, pero al revés. Los musulmanes entraron en Jerusalén, un emblema también para su fe, de nuevo sin oposición ni derramamiento de sangre. La honra de Al-Kamil quedó resarcida ante su pueblo.

Maalouf narra prodigiosamente el episodio en Las cruzadas vistas por los árabes en 1983. Apunta, no sin cierta sorna, que Federico y Al-Kamil convinieron con rapidez una contienda simulada, tan desafectos como eran al belicismo. El resto de la noche debieron emplearla en debatir sobre asuntos varios de la cultura, la ciencia, el mundo, la vida.

El suceso no deja de reflejar una constante de la historia humana. Siempre ha habido personas e intereses proclives a la barbarie. Putin y la OTAN son los últimos eslabones de una genealogía siniestra que se remonta a la Noche de los Tiempos. Cuando cobran protagonismo, como en nuestros días, es comprensible abandonarse a un comprensible pesimismo. Solo que Federico Hohenstaufen y Al-Kamil también forman parte de otra constante humana. Es más, yo diría que representan a la mayoría de los pueblos, nada dispuestos a ser ellos quienes sufren razzias o bombardeos. En otra época, parecía inevitable sucumbir ante la fuerza bruta del belicismo. Pero tiene que llegar un tiempo en que se imponga la resistencia ante la brutalidad, un momento en el que nadie empuñe un fusil por orden de un jerarca.

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