Para hablar de la extensa, profunda y comprometida obra de Joan Margarit, deberíamos hacer un pacto con Todorov y así, parar el tiempo, para poder trazar una leve semblanza de cómo un ser humano es capaz de dar forma y volumen a la arquitectura del aire. Su obra supone para el autor la presentación inequívoca de su intención poética que aviva, aún si cabe más, la necesidad del lector de seguir existiendo entre sus poemas. De hallarse en el lugar más inesperado, aunque sea a costa de su propio ser, aunque sea a costa de la vida propia Y quizás de ahí proviene esa autoexigencia del poeta por buscar la interpretación de ese instrumento que es capaz de articular las galerías del alma más inconfesables, aquellas que tenemos y que aún no hemos descubierto. Así, el poeta despojado de lo matérico, proyecta sobre el papel su espíritu combativo e incansable, aquel que lucha contra los claustros antiguos de la memoria, que se alza contra la rectitud de lo humano y que perece ante el apego y la afección, ante el sufrimiento y la misericordia. Joan Margarit es un poeta que es capaz de hacer realidad las epopeyas de los pueblos o las grandes épicas del hombre desde ese oficio cotidiano que supone vivir día a día, hasta llegar a los sueños de los seres humanos y convertirlos en el acto más perturbador y más transformador posible: la ternura. Aunque el poeta sabe que, en ocasiones, no es suficiente. Joan Margarit es un hombre comprometido con su obra y con el ser humano. Que busca desvelar la realidad que esconde el poema. Un trabajo arduo y duro, que necesita del esfuerzo del hombre para poder enfrentarse a sí mismo y a todo aquello que queda por conocer. Así pues, se presenta un hombre que necesita el poema como catarsis, como una tabla de salvación; donde el lector experimentará la memoria, como "una leve playa que jamás figurará en los mapas de los barcos"; o que sentirá el dolor, como "una pequeña playa que no conoce nadie"; o la ternura o como "ésta es nuestra casa y todo lo ilumina tu sonrisa2; O apreciará la muerte, como el fin último; o la desesperación o como ·no habrá más desamparo que el mío"; o sentirá el amor o la humildad, como "un maestro donde aprendimos a medir la luz de las palabras"; O el pasado, como "una fiesta para nosotros solos". Y así, y después de todo, purgar el alma y con ella las pasiones más íntimas del ser humano: ser un hombre práctico: brusco, fiel, solitario. Agradecido.

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