Jóvenes mercenarios

Nos han educado en el miedo. Nos limitan las libertades. Nos dicen qué es lo que está bien y qué es lo que está mal

Sin darnos cuenta, la sociedad ha tejido un sistema jerárquico durante siglos y ahora intentamos actuar como si no existiera -queremos cargarnos de un plumazo una estructura que está tan enraizada en el ser humano como el ADN o la memoria-. Intentamos construir una sociedad basada en el concepto de emprendedor y en el de la innovación -lo cierto es que estamos en un sistema especulativo, que crece abominable y que entiende que es posible enriquecerse con el mínimo esfuerzo, manteniendo los niveles de bienestar sin trabajo, ni compromiso-. Al final de todo, estamos aceptando la constitución de una estructura social basada en el poder, sin ningún tipo de valores ni principios, alentando a unos jóvenes a ser mercenarios, educados en una sociedad que hace todo a cambio de algo y con el mínimo esfuerzo.

Así pues, dejamos a un lado la legitimad de la ética. Una ética es la que es. Un conjunto de valores y principios que establecen una serie de prioridades a favor de la colectividad, del cooperativismo y del carácter social del individuo. Factores fundamentales para edificar una sociedad más igualitaria y más justa. Sin duda alguna, el reto estaría en conseguir una sociedad que no estuviese basada en el poder y en la jerarquía. Aunque todo esto no deje de ser más que una utopía. Y más aún sabiendo de la condición inalienable del ser humano como hombre -no se pueden domar los instintos, ese eje de supervivencia de la especie animal-. Quizás, sí educar. A priori, incluso, inculcar. Pero no se puede ir en contra de lo sustancial, de lo inherente, como puede ser la inclinación sexual de un ser humano, sus creencias o su raza-. Dicen que el miedo es el factor clave para construir una sociedad que se rinde al servilismo, al poder y a la misericordia -atrás, quedan las guerras de clases y la caída del antiguo régimen, con sus campesinos y con sus boquitas de pan de leche-. Nos han educado en el miedo y en el desasosiego. Nos limitan las libertades. Nos dicen qué es lo que está bien y qué es lo que está mal. Lo propugnan. Lo promulgan. Y las hacen leyes -quizás, a sabiendas que terminaremos bajo la miel de las banalidades-. O quizás, porque somos tan mortales que con tal de mostrar nuestra deformada y esquelética sonrisa porque hemos disfrutado de la mayor crueldad posible, nos doblegan por el bien de la humanidad.

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