Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Juan Carlos

Que la labor de Juan Carlos para traer la democracia vaya a quedar empañada no deja de ser una terrible paradoja

Juan Carlos tenía todas las papeletas para haber entrado en la Historia como uno de los mejores reyes que haya ceñido la corona de España. Falta todavía perspectiva y contexto para situar lo que hizo en las dos primeras décadas de su reinado, pero quizás no le quedaría muy a la zaga a un Carlos V o a un Carlos III. Sin embargo, puede que al final se le recuerde más por haber sido el primer monarca que ha tenido que declarar ante un juez por supuestas prácticas corruptas que por lo que hizo entonces. Un desastre para él, para la institución que trajo la democracia a España de forma ejemplar y, por supuesto, para el país. El patético devenir de la figura de Juan Carlos desde el desgraciado viaje a Botsuana de marzo de 2012 le está suponiéndo a la Jefatura del Estado un desgaste importante que ni la abdicación de 2014 y ni su posterior retirada de la vida pública han logrado eliminar, si acaso paliar. El último episodio conocido, el de las presuntas comisiones del AVE a La Meca, es otro torpedo en la línea de flotación de la Corona, con independencia de lo lejos que llegue la investigación judicial.

Será una injusticia, en términos históricos, que lo que se ha sabido en los últimos ocho años del Rey emérito termine sepultando a la figura que a la muerte del dictador se echó sobre los hombros la responsabilidad de convertir a España de un país políticamente apestado y atrasado en una democracia que le podía hablar de tú a tú a las más consolidadas de Europa. Estos días se han conocido algunas de las grabaciones realizadas en el Despacho Oval de la Casa Blanca durante los estertores del franquismo y en ellas se puede comprobar cómo el entonces joven príncipe se había ganado las simpatías de la Administración Nixon, Kissinger incluido, para llevar adelante la democratización del país.

Lo que hizo Juan Carlos desde finales de 1975 hasta la llegada de Aznar al Gobierno, por poner una fecha para el comienzo de su declive, es una tarea de una complejidad y una efectividad que no tiene precedentes en Europa y quizás en el mundo. Contó para ello con otra persona excepcional en su época, Adolfo Suárez, con una clase política que supo estar a la altura y con país maduro que encauzó de forma responsable sus ansias de libertad.

Que todo aquello vaya a quedar empañado y manchado por sus últimos años no deja de ser una terrible paradoja. Pero debería de quedar claro que la España democrática no puede explicarse ni concebirse al margen del trabajo que realizó Juan Carlos I y de la tremenda habilidad que desplegó.

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