SE puso una mano en la cintura, apretó sus dedos sudorosos contra la piel, tenía la sensación de que ese gesto mitigaba su dolor, al ejercer presión sobre la zona cuando sentía esos agudos pinchazos. Hacía ocho meses que esperaba la cita con el especialista para su diagnóstico, y una y otra vez la iban posponiendo mediante una oportuna llamada, días antes del señalado en la llamada anterior. Aguantó estoicamente a pesar del dolor lacerante, y se dispuso a seguir atendiendo al público, que ya esperaba la apertura en la puerta de la tienda. Él se jactaba de que nunca había tenido una baja, pero en esta ocasión las cosas se estaban complicando e iban cada vez a peor, no se trataba de mantener el tipo y ser fuerte, sino de una enfermedad que le estaba mermando las fuerzas. Sin perder la compostura y con una sonrisa forzada, saludo a sus clientes habituales, y pensó: la sanidad va bien, Andalucía va bien! No voy a decir yo lo contrario. Una de las que lo saludaron, fue la vecina del kiosco situado frente a su comercio. Era una mujer amable y educada, extremadamente delgada para su altura y complexión, también le sonrió, pero le notó un “nosequé” extraño, tenía un rictus amargo. Ella por su parte pensó lo mismo de él, pero ambos guardaron silencio. La señora, un poco entrada en años, aunque joven para jubilarse, había salido recientemente de una larga enfermedad y había pedido la incapacidad, que por supuesto se le había denegado por la administración. Ello le obligó a buscar ayuda letrada e interponer una demanda ante el Juzgado. Unos momentos antes había recibido un correo de su abogada: el juicio se celebraría a mediados del año 2026. Se le escaparon dos lágrimas de sus ojos secos y ojerosos, secuela de la terrible enfermedad padecida y el fuerte tratamiento recibido. Pensó en cómo podría subsistir hasta que se celebrase el juicio, las fuerzas le faltaban para seguir al pie de cañón cuatro años más. Hizo de tripas corazón, se puso un pantalón, que tuvo que ajustar con un ancho cinturón, al haber adelgazado al menos dos tallas y pensó: la justicia va bien, Andalucía va bien! No voy yo a decir yo lo contrario. A su lado pasó su vecino Ignacio, tenía una hija con problemas y necesitaba un colegio de integración, le notó tenso, pero le saludó educadamente. Esa mañana le había comunicado Educación que no podía acceder al traslado de su hija a un colegio especializado, no había plazas disponibles y había que esperar al curso siguiente. Pensó que no tenía derecho a quejarse: todo iba bien en Andalucía, y sus problemas eran una excepción. Los tres hablaron del tiempo y de Boris Jhonson: los ingleses sí que tenían un problema!, pero en su interior pensaron al unísono: si Larra levantara la cabeza, vería que su libro estaba de rabiosa actualidad casi doscientos años después de escribirlo: “vuelva usted mañana, y hasta el infinito…”.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios