Utopías posibles

Laura

9 de cada 10 mujeres confiesan haber tenido miedo alguna vez al salir solas a hacer deporte

No lo entiendo. Será que soy un tanto ingenuo. Seguramente. No alcanzo a entender porqué la defensa de la ley contra la violencia de género es "ser de izquierdas", y la exigencia de que se mantenga la prisión permanente revisable es propia de la derecha. Lo que sí me repugna es comprobar cómo a la clase política le da igual que haya una inocente que acaba de fallecer.

Da igual respetar o no el dolor de la familia, honrar su recuerdo y buscar discursos que unan, en vez de dividir. Creo que si nos olvidamos, por una vez, de los partidos políticos y nos centramos en la ética, todo sería mucho más fácil de entender. Aterricemos.

Me decía mi compañera Pepi el otro día: "tú imagínate que tienes una hija, la cuidas, la proteges, le das todo lo necesario para que salga adelante, y cuando se supone que ya de alguna manera has terminado, tiene su vida, es independiente y encuentra un trabajo que le gusta, cuando se supone que puedes respirar tranquilamente, viene un descerebrado y la mata".

Por otra parte, escucho con asombro un dato: 9 de cada 10 mujeres confiesan haber tenido miedo alguna vez al salir solas a hacer deporte, incluyendo en la estadística a grandes atletas. En mi época de estudiante, acostumbraba a irme a pasear (muchas veces, solo) a las dos o las tres de la mañana, por las estrechas callejuelas del Albaicín. Muchos años después, salía solo a andar varias horas por barrios supuestamente peligrosos de Ceuta (digo supuestamente, porque no es ni mucho menos así)... Siempre solo. Ni una sola vez me sentí amenazado por nadie. Nunca sentí miedo o inseguridad. Ni lo más mínimo. ¿Cuántas mujeres pueden decir lo mismo?

La posible solución me la puso en bandeja mi amigo Miguel, sin él saberlo. Si el fuego es pequeño, se apaga con un simple soplido. Pero ojo, no debemos dejarlo, porque puede llegar a incendiar un edificio entero. Si directamente tenemos la casa ardiendo, habrá que llamar a los bomberos, y si el fuego se desboca, tendrá que venir la unidad militar de emergencia, helicópteros, personas voluntarias… Toda ayuda es poca. Acabar con casos como el de Laura es labor de todas las personas que educamos, que somos el conjunto de la sociedad: familias, alumnado, profesorado, medios de comunicación, clase política… Laura y todas esas lauras cotidianas que son vecinas, hijas, amigas, conocidas, compañeras… merecen que lo intentemos, más allá de ideologías.

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