Leyes y universidades

A los alumnos universitarios lo único que les preocupa es que les aprueben con el mínimo esfuerzo

Si usted piensa que el borrador que ya está circulando con el que se pretende perpetrar la nueva ley de universidades está destinado a mejorarla, tratar de superar las cuestiones espinosas endémicas o procurar que asciendan en las listas de las mejores universidades, es que usted es un bobo sistemático. O un cantor de las excelencias gubernamentales, trovador, pregonero o bufón de la corte. Esta ley de universidades, en modo borrador, es el enésimo carricoche lleno de bombas de mano para seguir tirándole chinas a los ojos del rey, meter la memoria democrática donde sea y lanzar cargas de profundidad contra las universidades privadas. Todo sea por aventar las pavesas de la relación escéptica de esa extraña pareja y el resto de sujetavelas que como macacos ebrios darán saltos sobre los tapizados sillones al saber de otra ley peregrina. Los cambios en la universidad (pública) no le interesan a nadie, ni a los profesores, ni a los alumnos, ni a los rectores, ni a los administrativos, ni a los camareros del bar de las facultades. Sólo les interesa su tema o cuestión particular yéndoles al pairo el nuevo borrador o ley. Si el rey firma o no los títulos (que ni firma ni sabe nada de ningún titulo) a la comunidad universitaria se la sopla, si se va a remarcar, vigilar e introducir a martillazos la memoria democrática en todos los apuntes sean de algebra lineal o botánica, a la comunidad universitaria se la sopla. Y el resto también se la sopla salvo que ese comunero universitario tan preocupado por estos temas sea un ascendiente, descendiente, postulante o pasante de macacos ideológicos. En plata de ley, el borrador es combustible para mantener el ánimo apoyador de los saecios del saecio principal, el ministro del ramo es el lacayo portador del borrador pedido a retintín de campanilla con aquel fin, a los alumnos universitarios (que tendrán peso en las elecciones rectorales) lo único que les preocupa es que les aprueben las asignaturas con el mínimo esfuerzo, a los profesores solo les preocupa que se les moleste lo menos posible y se les dé más recursos (sin que garanticen que con ellos se obtendrán mejores resultados) y todos, saecio principal incluido tienen un interés común en que a nadie se le ocurra consultar o mirar libros o apuntes no especificados y que a nadie no se les ocurra nada raro no vaya a ser que descubra algo. Gaudeamus igitur, vita nostra brevis.

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