Listeria colectiva

Nuestro Estado del bienestar se financia gracias a las empresas que se parten la espalda intentando vender un producto

Es asombroso: se produce una intoxicación tan grave como la provocada por el brote de listeriosis en los productos de una empresa sevillana, y enseguida empiezan los partidos -y sus terminales mediáticas- a acusarse mutuamente de lo que ha ocurrido en una fábrica situada en un polígono industrial. Como si un político -fuera el que fuese- hubiera podido contaminar aposta la maquinaria que ha provocado la intoxicación. O como si estos asuntos, casi siempre impredecibles, pudieran evitarse desde un despacho oficial. Por supuesto que los políticos, sean del partido que sean, tienen una clara responsabilidad en determinados asuntos que todos conocemos, pero es absurdo buscarles las cosquillas por lo que ha sucedido en una fábrica de productos cárnicos.

Estos días también se han hecho bromas de muy mal gusto con respecto a esa empresa cárnica. Es evidente que esa empresa ha incurrido en una negligencia muy grave, pero los listillos de siempre, aprovechándose de esas circunstancias, han empezado a atacar a las pequeñas empresas que tienen que sobrevivir en condiciones muy difíciles y que encima dan trabajo a unos empleados que de otro modo estarían en el paro. Entre nosotros es muy habitual que alguien que vive de un presupuesto público -con frecuencia destinado a materias ignotas- se dedique a denigrar a los empresarios que se parten la crisma intentando vender un producto y extraer un beneficio de ese producto. Convendría recordar que nuestro costosísimo -y admirable- Estado del bienestar no se financia gracias a los chiquilicuatres que viven muy a gusto gracias a los presupuestos públicos -trabajando, por ejemplo, en la Comisión Asesora de la Orden al Mérito de la Policía Local de Andalucía, un organismo que existe aunque parezca un invento de Cantinflas-, sino gracias a todas esas empresas y a los autónomos que se parten la espalda intentando vender un producto -sea el que sea- en un mundo cada vez más competitivo y despiadado.

Lo que ha pasado con la intoxicación por listeriosis es muy serio, pero sobran las bromas contra las pequeñas empresas andaluzas que tienen que buscarse la vida como pueden. Entre nosotros todavía hay demasiados hidalgos que desprecian el trabajo manual y la pequeña empresa, esa cosa de pequeños burgueses, esos inferiores, esos desgraciados.

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