República de las Letras

Llaneza, muchacho

Si ésta no es de calidad, sus obras tampoco: tras el pequeño incidente, me abstuve de leerlas

Llaneza, muchacho, no te encumbres, que toda afectación es mala", dice, en el Quijote, Maese Pedro a su ayudante, poco antes de que el divino loco manchego la emprendiera a cuchilladas con el retablo de títeres con que ambos trujimanes se ganaban la vida mal que bien, de pueblo en pueblo, de venta en venta, por los caminos (Capítulo XXVI de la Segunda Parte del Quijote). Siempre me han horrorizado esos encumbrados personajes locales a los que todo el mundo adula y de los que todo el mundo quiere ser amigo. Quizá porque siempre he pensado, he sabido, que yo no valgo para personaje conocido. Siempre he preferido ser apenas uno que pasa. Uno más, que observa, lee, anota, fotografía y sigue para otra parte. Es lo que soy, nada más. Recuerdo a aquel encumbrado escritor a quien todo el mundo alababa y respetaba, y que, cuando le pedí me firmase uno de sus libros, optó por ignorarme y volverme la espalda, pues no me conocía de nada. Sabia reacción, prudente y sensata: pues qué me creía, ¿que él le firmaba a todo el mundo? Su firma se cotizaba muy alto. Su firma daba un incalculable valor añadido al tomito. Valía más que el propio libro, incluso. Nunca dudé de que sus obras fuesen valiosas ni de la calidad literaria que todos le atribuían. Pero tras la literatura siempre está la persona. Si ésta no es de calidad, sus obras tampoco: tras el pequeño incidente, me abstuve de leerlas. Es lo que tiene ser un encumbrado escritor, que puedes decepcionar a mucha gente. A veces, sólo unas pocas veces, cuando algún pequeño éxito -como éste que ahora parece tener mi libro reciente, BARRIO ALTO- aparecía en mi vida, me repetía internamente: "Llaneza, muchacho, no te encumbres, que toda afectación es mala", y me volvía a mi vida sencilla y normal. Así que hoy, esta tarde, cuando presente al público mi libro BARRIO ALTO, se lo firmaré a todas y todos los que me lo soliciten, sean amigos, conocidos o totalmente desconocidos, pues soy hombre agradecido y sé que muchos habrán abandonado sus quehaceres, su ocio, sus costumbres, incluso, algunos, su trabajo o su familia para acompañarme en ese acto. Sólo por eso ya lo merecen con creces. Y si han comprado o compran mi libro, más todavía. Agradecido siempre. Esta tarde volverá a ser mi lema la frase cervantina: "Llaneza, muchacho, no te encumbres, que toda afectación es mala". Nos vemos a las 7'30 en la UNED (antigua Radio Juventud).

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