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Inmaculada urán/ Javier Fornieles

Lledó en la UAL

Destacadas iniciativas en educación, en nuestro país, han venido de la Institución Libre de Enseñanza

El Paraninfo lleno de público interesado en las sabias palabras de esta conferencia sobre Educación. El Paraninfo lleno de público interesado en las sabias palabras de esta conferencia sobre Educación.

El Paraninfo lleno de público interesado en las sabias palabras de esta conferencia sobre Educación. / UAL (Almería)

Emilio Lledó, uno de los intelectuales españoles más destacados, intervino hace unos días en la Universidad, en el excelente ciclo organizado por el Consejo Social. Ante un auditorio muy numeroso, Lledó reflexionó sobre la educación. Entre otras cuestiones de interés señaló que la enseñanza universitaria no puede subordinarse a preparar el futuro laboral de los alumnos. Debe tener unas miras más amplias y proporcionar una formación genérica que permita un desarrollo integral de los alumnos. Resaltó, en este sentido, la importancia de la filosofía y de la lectura. Mostró también su apoyo hacia la enseñanza pública y su oposición a los centros privados, destinados a formar a una minoría privilegiada. Son comentarios que conviene escuchar, pero que plantean, a veces, dilemas alejados de la realidad. En la educación superior no hay, por ejemplo, una oposición entre una educación que forme a las personas y otra que forme a los profesionales. Las dos deben coexistir y el problema es que ambas son ahora deficientes y no cumplen su función: ni forman para el trabajo ni para la vida.

La segunda disyuntiva la estableció Lledó entre lo público y lo privado. Se trata de nuevo de una falsa división basada en una concepción tópica de lo privado. No estaría de más recordar que destacadas iniciativas en educación, en nuestro país, han venido de la Institución Libre de Enseñanza. Fue allí, en esa institución privada y elitista, donde germinó, en tiempos adversos, una nueva pedagogía a la que luego el Estado pudo darle impulso. Los problemas de la educación pública -los másteres que se regalan o la importancia excesiva de las rutinas y los exámenes, que Lledó expuso con acierto- no tienen su raíz en las escuelas privadas. Y habría que plantearse si dedicar la pública a esa formación integral no supondría dejarle las herramientas de acceso al trabajo a quienes sí pueden costearse un máster en el extranjero o en costosísimas instituciones.

Desgraciadamente, los problemas que trató Lledó son mucho más complejos. No se solucionan solo con palabras e ilusión. En África se dice que cuando un viejo muere, es una biblioteca la que arde. Los males de la educación son tan graves que, cuando las voces de la generación de Lledó se extingan, desaparecerán los pilares de una civilización basada en la lectura y en la reflexión.

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