Loca Navidad

Y el mar ya no existe, es una postal en el horizonte, al que ya no se puede ir. Ahora a ver dónde están los aplausos

Grupos numerosos de senderistas alegres enfundados en ropa senderista comprada en el Decathlon colonizando cualquier pedregal agotando los límites del ocio y el disfrute de la vida y el absurdo carpe diem (que nadie se lo ha creído nunca por cierto). Los tabernáculos de buena mañana de domingo de los compadres tomando el cafelillo compartiendo aerosoles. Los rebuznos de los que no saben ni de lo que están hablando pero por decir algo, es igual si tiene sentido o no. Navidades por encima de nuestras posibilidades, nos hemos divertido demasiado, hemos ido a ver a nuestros padres o familiares más de una vez. Hemos tomado dos copas de cava barato vez de una. Hemos cantado villancicos, hemos sido malotes, por eso nos castigan los omnipotentes que bien nos quieren con una buena zurra. Acabo de escuchar en la radio que en Almería capital como han pasado de los nosecuántos casos van a cerrar las actividades no esenciales. La tienda de los tebeos de segunda mano será o no será esencial. Para el dueño seguro. En el ambiente huele a la misma burda chamusquina, si te hundo no me votas, si te salvo, me hundes. Por si acaso que el cascabel al gato que lo ponga otro, busquemos en los legajos de los leguleyos la coartada legítima. Chicas jóvenes llorando desconsoladamente abrazadas por la dueña de la pescadería en calles inhóspitas de pueblos despropósito, entierro nada más llegar, siempre ves el tanatorio llegues a donde llegues. Noticias de compañero más joven en la UCI, brote en tu antigua oficina. Si inventan vacunas, los otros, los demás, no las traen, no hay personal para ponerlas, las jeringuillas son de los juguetes de los niños. Han salido los listos del enchufe de la vacuna y los tenemos que señalar con el dedo acusador. Tranquilos que con las restricciones de la nueva ola dentro de poco no habrá negocios de actividades no esenciales que cerrar, lo que nunca se podrán cerrar serán los servicios públicos siempre bien provistos y atendidos hasta que se termine el agua del grifo que siempre mana porque por el otro lado de la tubería no entra nada de agua. Pueblos moribundos, cafeterías y bares (templos de asueto pagano perseguidos por el cortejo de disciplinantes escandalizados) horadan el agujero del pozo por donde todo se va al mar, que es el morir. Y el mar ya no existe, es una postal en el horizonte, al que ya no se puede ir. Ahora a ver dónde están los aplausos.

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