Parece ser que aquella bella princesa, raptada por Zeus y que se llamaba Europa hace honor al viejo proverbio (nunca peor dicho) de que, el fin justifica los medios. Si nos remontamos tiempo atrás en nuestra historia, observaremos que la participación de España en Libia, o tiempo atrás, la de en Bosnia e Irak, han arrojado más sombras que luces sobre nuestro país, y hablando de sombras, veamos algunas que han formado parte de nuestra historia. Por nuestros siglos han pasado circunstancias que han producido la perdida de numerosos e insignes personalidades del mundo de las artes y las letras. Emigraciones voluntarias provocadas por situaciones convulsas, como fue la de Ibn Arabí de Murcia, de otras tenemos que decir que fueron manifestaciones de exilio forzoso como la de Averroes o leyendas como la del Mío Cid, desterrado y manipulado. Cierto es que de España se dijo en tiempos del Emperador Carlos V, que en sus dominios no se ponía el sol, sin embargo, el tiempo y el espacio nos ha brindado numerosas ocasiones en las que ha brillado el ocaso. Estos ejemplos pueden servir de base para entender lo lejos que quedaron aquellas aspiraciones de nuestro Rey Sabio, Alfonso X, que supo dotar al siglo XIII de una Escuela de Traductores en Toledo y donde por su eficacia brillo la inteligencia hebrea. Nuestros brillantes Reyes Católicos, artífices del proceso que más tarde culminaría en la unidad peninsular, y destacados perseguidores de los judíos, que por otra parte habían colaborado a engrosar las arcas reales; que decir de nuestro siglo XV, con el descubrimiento de América, donde la religión llevo a cabo un proceso de aculturación, o el insigne Cristobal Colon, más tarde ignorado y olvidado; ya en el siglo XVI, La Reforma Luterana, desafío la autoridad del Papa de Roma, que no dudo en desplegar una Inquisición, que al amparo de cardenal Cisneros le tembló poco la mano a la hora de señalar herejes para quemarlos en los Autos de Fe; llegado nuestro siglo XVII, nefasto para unos, no así para otros, no solo, no pasó desapercibido por sus hambrunas, sino que se caracterizó por otros acontecimientos, como la expulsión de los moriscos y una terrible bancarrota a lo que hay que sumar la guerra de los Treinta Años, que le valió a nuestro país la perdida de la hegemonía en Europa. El siglo XVIII, llamado de las Luces, no le faltaron sombras, donde las acusaciones contra el clero fueron numerosas, con la expulsión de la Compañía de Jesús; no menos podemos decir del XIX, plagado de pronunciamientos e intelectuales exiliados, buen ejemplo de ello nos da la obra de Valle Inclán (El ruedo Ibérico); en nuestro siglo XX, la postguerra dio lugar a una tercera España donde no cabían los vencidos; y ya en nuestro siglo XXI, no hemos aprendido, seguimos justificando nuestras cruzadas, y cada día más imperan los nacionalismos y el separatismo. Y es que: rectificar es de sabios y volver a equivocarse de tontos.

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