Tristezas no pagan deudas reza un dicho portugués. Tendré que tatuármelo en el brazo, como aquello de amor de madre pero con estilo, algo gótico y elegante a un tiempo. En la desaforada carrera de las Comunidades Autónomas (y el Gobierno central en su papel de padre amantísimo) por ver quien propone la medida más llamativa a los ciudadanos, llega el toque de queda. Que no me quejo, ya se lo digo, porque a mí si lo ponen a las doce me pilla dormido, pero es que si lo ponen a las 9 casi que también. Aquí cada gobernante va a establecer el toque de queda que le dicte su conciencia (es decir, lo que se le ocurra), con total indiferencia por los usos horarios españoles, que, como saben, no les gusta nada a políticos y opinadores varios porque no son lo suficientemente europeos. Europeo es lo de Francia, por lo que se ve. Recuerdo, aunque no venga a cuento, una nochevieja en Paris. A las doce y media se veía la gente irse a su casa con una hamburguesa.Total, y esto enlaza con el título, entre nosotros hay mucha gente que sale de trabajar entre las 7 y las 8,30 de la tarde (La dependienta del super no puede teletrabajar, ya se lo digo) Ya no es que no dé tiempo a tomar una cerveza en una terraza con su mascarilla y su gel, es que casi ni para comprar unas patatas antes de que suene la alarma del toque de queda (ojalá, pongan una sirena como en las películas). Con estos mimbres iniciamos una semana donde se prevén miles de nuevos ERTES.

Los que se llamaron de rebrote se crearon en la confianza de que no harían falta hasta el invierno. Parece que el invierno ha llegado. Esos ERTES se han sustituido por los de impedimento y limitaciones derivadas de las decisiones de las autoridades sanitarias. Aquí está el tema. Desde ya, con esa limitación general empezarán ERTES de Hostelería, de distribuidores, o comercios. Como si de una piedra arrojada a un estanque se tratara las ondas irán creciendo. Adiós -lógicamente- a las comidas y cenas de Navidad. Así pues, quizás ya los ERTES no son suficientes para muchos locales de ocio. El cierre sin más, sin concurso de acreedores y sin pagar a los trabajadores se vislumbra en el horizonte cercano. Tal vez se pudieron hacer más cosas y otras cosas, un mejor seguimiento de los contactos, control de cumplimiento de lo ya establecido. De nada sirve lamentarse. Miremos al futuro sin tristeza aunque con una pregunta ¿Habrá previsión de medidas para ese futuro o esto irá, como hasta ahora, de improvisar? Estemos atentos a ver que se le ocurre a Francia, pues eso haremos.

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