TODAVÍA me sorprende lo poco que sabemos de la Guerra Civil, un hecho catastrófico del que casi todo el mundo suele opinar como si estuviera bailando un reggaetón. Hace años conocí a un hombre que había estudiado la represión franquista en un pueblo de Mallorca donde se habían cometido unas atrocidades tan terribles como las que se cometieron en Granada en el verano de 1936. Durante más de veinte años, aquel hombre había escuchado comentarios de testigos, había anotado los rumores y había intentado contrastar todas las versiones para averiguar qué era cierto. También se había pasado semanas enteras en el Registro Civil (y descubrió que alguien había arrancado todas las páginas que hacían referencia a los días fatídicos). Aquel hombre sabía quién había tomado las decisiones, quién había denunciado a quién, quién se había salvado por denunciar a otro y quién había preferido morir sin hacer daño a nadie. Un día le pregunté por qué no hacía público todo lo que sabía.

"¿Por qué no publico todo lo que sé?", me respondió. "Por una razón muy sencilla: porque hay cosas, aunque hayan pasado muchos años, que todavía transmiten una luz negra que da miedo. Y además hay otra razón. Un día te preguntas si hay gente a la que le interesa lo que has descubierto. Has perdido años enteros investigando un suceso. Has hecho preguntas, has ido a ver a uno y a otro, te has leído libros apolillados, folletos descoloridos, novelas baratas que has encontrado en una librería de viejo. Has mirado con lupa fotos horribles que ahora parecen extrañamente ridículas: una tragedia convertida en una ópera bufa. ¿Y para qué? Para nada. A nadie le interesa lo que haces, a nadie le interesa hurgar en el pasado. Sólo te prestan atención un puñado de locos o de nostálgicos que ni siquiera confían en sus propios recuerdos porque esos recuerdos les dan miedo. Y por eso están convencidos de que recuerdan algo que en realidad es falso. Hace muchos años que han olvidado todo lo que les hacía daño y lo han sustituido por una serie de imágenes tranquilizadoras, por muy sombrías y horribles que sean esas imágenes. Lo demás está enterrado, borrado, aniquilado. Y nada de lo que digas o averigües les hará cambiar de opinión. Son muy viejos y el pasado está petrificado: ellos mismos lo han reconstruido tantas veces que dudo mucho que ni siquiera tengan verdaderos recuerdos. No tienen más que imágenes de cartón piedra que se acomodan a su tranquilidad actual. ¿Y quién puede culparlos de que hayan hecho una cosa así? Ellos sufrieron lo que pasó, ellos estaban allí, ellos hicieron cosas que les quitaron el sueño durante años".

Anoto estas palabras porque quizá ayuden a entender lo que ha ocurrido con la fosa de García Lorca en Granada.

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