METACRÍTICA

El ejercicio crítico debe llevar una responsabilidad individual y un gesto de humildad ya que el lector se lo merece

El mundo de la opinólogos, de los críticos, y de los ideólogos, cuenta con algunas peculiaridades necesarias de visibilizar.

Precisamente por eso, por ser su tarea la de la opinión, se hace del todo necesaria una higiene efectiva.

Por lo general, la mayoría de estos ejercitan su labor desde unos presupuestos inadecuados. En primer lugar no cuentan con la formación necesaria para ciertos temas. Esto quiere decir que o no se documentan lo suficiente o sencillamente no figura en sus expedientes académicos formación sobre el objeto de la crítica.

Y a pesar de todo la opinión aparece como si tras ella se hubiera dado una reflexión basada en los datos objetivos, cosa que no es cierta.

En otro orden de cosas, algunos de estos ideólogos versan sus argumentos en la buena fe de su propio juicio o en el buen juicio sin más, sin que ello implique necesariamente una concordancia con el sentido común o con un sistema conceptual predeterminado, acaso el eco de la sociedad. Ciertas opiniones son fruto del buenismo del crítico, de su autoimagen, o tal vez de su autoproyección subjetiva.

No obstante una proyección social no es suficiente para dar calidad a un artículo. Por otro lado está el tema de la notoriedad.

Algunos de los opinólogos parten de su notoriedad cultural o profesional para sentar cátedra en temas ajenos a su trayectoria y por los cuales provocan en el lector un efecto de sorpresa y estupefacción.

Y finalmente están los clientes de partidos políticos, asociaciones y entidades, que escriben siguiendo el ritmo de la partitura que les toca. Estos son fáciles de detectar. Amén de lo dicho, el lector debe reflexionar sobre ello y exigir que la crítica esté documentada, que no se base simplemente en el juicio de quién escribe o en su trascendencia pública y que no se tinte del color de una bandera.

También es cierto que una opinión no tiene por qué aportar prueba alguna; no lleva consigo el criterio de verificabilidad. Dejémoslo claro.

No podemos exigir eso a un artículo. No obstante, incluso así, debe darse una calidad basada en el rigor (no en la prueba); en cierta fundamentación. Y desde ahí ofrecer un producto meritoso al lector.

Los articulistas debemos ser más humildes, más honestos, y asumir la enorme responsabilidad de hablar en voz alta. Al final se impone la moral y la reflexión ética sobre la tarea del escribiente.

Debe ser así, por el lector.

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