Tenemos el deber de ayudar a la población que huye del hambre y de la guerra, como hicieron con nosotros en el exilio. Recoger refugiados de barcos a la deriva o de pateras es solo un parche, que no resolverá nada de lo que está pasando. España es uno de los países que ejerce las mejores políticas de conciliación y oportunidades, sin caer en el paternalismo de la potencia colonizadora que nunca hemos sido en África -ya para eso teníamos la Cumbre de Iberoamérica-. La única forma que tenemos de parar este genocidio que dura un siglo entero es trabajar en origen. Dar las infraestructuras necesarias para defender y crear Estados viables y seguros. La ciudadanía sigue siendo presa fácil de la verborrea partidista de unos y de otros. Nos saturan con información y con eslóganes fáciles. Saben dónde dar. En la cotidianidad del hombre y de la mujer. Nos hacen ser pragmáticos e igualan nuestro dolor al mismo nivel que al de un negro que ha sido vendido como esclavo, junto con su familia. O, al mismo grado de sufrimiento, que a una niña que ha recibido la ablación. Es tal la mentira a las que nos tienen sometidos que nos hacen creer que nuestro dolor burgués y occidental tiene que ver con la misma intensidad con la que queman en público a los homosexuales o al de los niños cuando les venden sus órganos a las mafias. En serio que ésta es la sociedad a la que queremos pertenecer, mientras blandimos nuestro buenismo y los guapos que nos vemos a modo de selfis o de "me gustas".

Nos hacen mirar a los negros, porque llevan móvil o cadenas de oro -¿En serio creéis que son móviles de última generación y cadenas de oro lo que llevan, aquellos que han sobrevivido entre desiertos, entre las guerras yihadistas que asolan el continente? -invito a que pasen por cualquier ciudad española ostentando todo eso de lo que hablan-; sin embargo, quienes se están llevan el pastel crudo son los mismos que nos hacen luchar contra nosotros mismos, contra nuestra más intimidad heredad. Recuerde querido lector que al final nos hacen combatir contra los pobres y desamparados, contra nosotros mismos, contra los hijos de los nadies, contra los hijos del pueblo, que vuelven a ser la moneda de cambio y del odio de unos pocos que quieren seguir viviendo a costa nuestra, cueste lo que cueste, mueran quienes tengan que morir.

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