República de las Letras

Machado, 80 aniversario

De Antonio, distingo al poeta sobre el pretendido filósofo. La filosofía fue siempre muy atractiva para él

El próximo viernes se cumplen ochenta años de la muerte de Machado. Y cuando decimos Machado entendemos Antonio con preferencia a su hermano Manuel. Hay un libro sobre ellos, que yo leí en los setenta en la Colección Austral, del periodista Miguel Pérez Ferrero, que se titula, significativamente, Vida de Antonio Machado y Manuel (1947)*. Es decir, quienes los conocieron, y también durante la dictadura franquista, destacaron siempre a Antonio sobre Manuel, lo que no resta nada a los valores poéticos de éste antes de la Guerra Civil. De Antonio, distingo al poeta sobre el pretendido filósofo. La filosofía fue siempre muy atractiva para él. Tanto, que en sus bibliotecas personales, que sucesivamente fue dejando en los distintos puntos de su trayectoria vital: Soria, Baeza, Segovia, Madrid, Valencia… siempre hubo mayoría de libros de filosofía sobre los de poesía. Seguidor de Unamuno y de Ortega, no son, sin embargo, como sabemos, sus escritos filosóficos lo mejor de su obra: "Poeta ayer, hoy triste y pobre/filósofo trasnochado,/tengo en monedas de cobre/el oro de ayer cambiado". De toda su obra destaco sobremanera su poesía vital. Porque en Machado se da como en ningún otro poeta español una estrecha imbricación entre obra y vida. Especialmente su etapa de Soria, y parte de la de Baeza, están en sus poemas más admirados. Por ejemplo, cuando su joven esposa enferma gravemente: "Mi corazón espera,/también hacia la luz y hacia la vida,/otro milagro de la primavera". Y cuando muere: "Caminos de los campos…/¡Ay, ya no puedo caminar con ella". Entonces llega al dolor extremo: "Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería./Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar./Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía./Señor: ya estamos solos mi corazón y el mar". Considero estos cuatro sencillos alejandrinos el punto más alto de toda su poesía. Tras el brumoso espejismo de Guiomar, su segundo e imposible amor, y mientras Manuel, en Burgos, es panegirista del franquismo, Antonio debe huir de Madrid, iniciando un dramático periplo hasta Collioure, en Francia, donde morirá a los 63 años. En un bolsillo le encontraron su último verso: "Estos días azules y este sol de la infancia", que me parece el más breve y hermoso resumen de toda su vida y su poesía.

(*) Otras biografías: la de José Luis Cano (Salvat, 1986), la de Ian Gibson (Aguilar, 2006) y la de E. Baltanás (Fund. J.M.Lara, 2006).

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