Como en el infantil juego de las sillas, tres interlocutores para dos sillas significa que alguien se va a quedar de pie. Y lo paradójico del caso es cómo el jefe del Consejo Europeo, Charles Michel, una vez aposentado Erdogan, asumiera con tanta naturalidad que era Ursula von der Leyen quien se iba a quedar sin silla.

Es evidente que el presidente turco hizo una demostración gráfica y palpable de machismo de Estado, si es que eso existe. Si en diplomacia los gestos y las formas son importantes, Erdogan pisoteo con orgullo el manual de protocolo, incluso el manual de educación general básica. La imagen valía más que las mil o diez mil palabras que los mandatarios turcos iban a utilizar posteriormente para justificar la salida de Turquía del Convenio de Estambul, un tratado internacional para combatir la violencia de género. Obligando a la presidenta de la Comisión a sentarse un sofá lateral, como si fuera una traductora de Michel, Erdogan le decía al mundo algo así como "miren lo que me importa su combate contra la violencia de género y su obsesión por la igualdad". Nada que no supiésemos o, al menos, que no pudiésemos intuir de un presidente que ha convertido el autoritarismo en su seña de identidad ante el resto del mundo.

Pero volvamos a lo más grave, que es la actitud del europeo Charles Michel. Hijo de un ex ministro belga de exteriores, formado en la Universidad Libre de Bruselas y en la de Amsterdam, presidente de los Juventudes Liberales, diputado y ministro en varias ocasiones. Todo un pedigree político de altos vuelos, experiencia contrastada y conocimiento suficiente para hacer inexplicable, que no reaccionara cediendo a Von der Leyen su silla y sentándose él mismo en el sofacito. El presidente del Consejo Europeo tuvo un gesto tan machista como el de Erdogam, que en su caso deja al descubierto lo arraigados que están los comportamientos machistas en hombres, teóricamente modernos y educados, que los deberían tener superados y olvidados. Un pésimo ejemplo el de Michel que debe hacernos reflexionar a todos los hombres a cerca de la necesidad de convertirnos en agentes activos de la lucha por la igualdad, y en combatientes contra un machismo cultural y decimonónico que nos hace peores seres humanos.

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