Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Mad Max en patinete

Un tipo -tipejo-va a cien por hora en su patinete por el carril bici. Un señor mayor, con el despiste de un caminante absorto, cruza la senda de asfalto verde. El patinador -a motor, es un dato a tener en cuenta-lo esquiva, el hombre a pie se asusta, el motorista erguido frena su vehículo, lo tira al suelo, se caga en la puta madre del otro, y, encima, le grita: "Ven 'p'acá' que te voy a arrancar la cabeza, cabrón"; recoge su artefacto de movilidad sostenible y retoma su camino con bufidos y gestos de luchador de kick-boxing. El viejo agacha la cabeza, la levanta y mira a quienes estamos -atónitos y algo paralizados- alrededor. La vida sigue, cada uno por su camino: la acera, el sendero para bicicletas, el paso de cebra que da al semáforo de la avenida paralela a los hechos. Una anécdota, no cabe duda.

No cabe tampoco duda de que son personas normales -y no energúmenos pendencieros- la mayoría de los ciclistas urbanos, los paseantes, los motoristas, los taxistas, los padres que llevan a sus hijos al colegio con el tiempo escaso y prisa a las nueve menos cinco, los conductores de autobuses municipales (alguien debía recordarles a éstos que no se puede utilizar el claxon en la ciudad, y menos el de pie, ensordecedor y también abusivo). Está en la condición de las personas el respeto y la contención ante los errores de los demás en el gazpacho impresionante en que se ha convertido el circular por calzadas, aceras y vías alternativas.

En otro tiempo, los ciclistas eran gente pacífica, y aún hoy suelen serlo. Los jugadores de rugby eran caballeros, que, como los karatekas o judokas, seguían un código no escrito que exigía no abusar de su fuerza fuera de la cancha o el tatami. Pero la masificación de las formas de desplazamiento y de la práctica de deportes de lucha física a golpes o con técnicas de sometimiento del adversario -el rugby no lo es, huelga decirlo-ha dado cobijo a canallas que no ven la hora de partirle la cara a alguien o, en una versión dulce, están locos por hacer sonar su timbre, severos y castigadores. Igual pasa con alguien al volante de un cuatro por cuatro o un coche viejo y sin ITV guiado por un émulo de Mad Max. o con una moto o bici que -por sistema- se pasa los semáforos por el forro del sillín, o con un autobús público (vacío). O con un patinete que puede circular -puede, no debe- a mucha mayor velocidad de la permitida.

Los municipios están obligados a sancionar los abusos que algunos -no pocos-hacen de sus medios de transporte. Mientras tanto, las compañías de seguros se frotan las manos.

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