El COVID-19 ha azotado duro a la Comunidad de Madrid. En la primera ola miles de muertos, muchos de ellos en residencias, contagiados y enfermos graves que desbordaron los hospitales y servicios de urgencia, UCIS colapsadas, morgues improvisadas, etc. Un panorama que se repitió por toda España, pero que según las cifras afecto especialmente a esa Comunidad y a la capital de España. Como consecuencia de aquello han sido también miles los negocios cerrados, las empresas que han quebrado y los puestos de trabajo perdidos. Madrid ha sufrido de forma brutal la pandemia, la crisis económica, y aun le queda por soportar y superar la post crisis.

Con un porcentaje pequeño de la población vacunada, cientos de contagios semanales, decenas de fallecidos y sin haber superado la cuarta ola, se convocaron unas elecciones autonómicas que no tocaban y que se repetirán en dos años. Una vez tomada esa decisión innecesaria, lo único que cabía esperar es que todos los contendientes estuvieran a la altura de las circunstancias, y actuasen conscientes y consecuentes con el drama y los padecimientos soportados durante meses por miles de familias madrileñas.

Toda campaña electoral implica enfrentamientos, exageraciones, tiranteces y salidas de tono. Eso entra dentro del guion, y aunque no sea razonable, la repetición periódicamente de los mismos duelos teatrales, hace que nos hayamos acostumbrado a esos enfrentamientos artificiales e innecesarios. Pero en esta ocasión la campaña madrileña se ha salido de madre. Unos empezaron estableciendo un marco de campaña falso y alejado de los problemas reales de la ciudadanía, y otros sustituyeron ese marco por una disyuntiva también irreal y que nada tiene que ver con las dificultades de las personas que viven en Madrid. Algunos no condenaron los actos de violencia contra unos candidatos y otros hicieron lo propio con las amenazas de muerte recibidas por otros candidatos. En el principal debate electoral y en casi todos los actos de partido, no han destacado las propuestas o proyectos que generan ilusión o esperanza, porque se quiso dar más importancia al insulto, la descalificación o el ataque.

La cuestión es si después de tanto sufrimiento y tantas penalidades, los madrileños merecían una campaña electoral como esta. Y la respuesta rotunda, creo que incontestable, es que Madrid y sus habitantes no merecen tener que soportar esta confrontación sin sentido.

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