El medio y el ambiente

Maduros resultones

Para el Maestro, se era adulto a los 25 años, y una nueva generación es cada 25 años

Confieso que tengo veneración por don José Ortega y Gasset. Además de su forma de pensar y de decir, tiene una biografía profesional que parece hecha de encargo: en su cátedra de Metafísica sucedió a don Nicolás Salmerón y tenía una buena relación con don Giner de los Ríos que cuenta en el haber de su biografía con la fundación y dirección de la Institución Libre de Enseñanza, y su participación en la creación de la mítica Residencia de Estudiantes de Madrid. A lo que iba, don José me metió en la cabeza lo de los 25 años. Para el Maestro, se era adulto a los 25 años, y una nueva generación es cada 25 años. En mi época esto era así en la práctica. Era casi una regla científica. Pero mira por dónde, al instaurarse la E.S.O., dentro del grupo de padres de esos niños aparece un nuevo tipo de padres que se caracterizan por ser infantiloides.

Infantiles no pueden ser, porque para eso están sus hijos. Pero como ellos atesoran un ansia irrefrenable de asemejarse a sus hijos, en vez de intentar que sus hijos se hicieran adultos, van e intentan ser niños, pero de ese intento difícilmente puede salir algo bueno; lo que surge es el modelo infantiloide de padre. Vamos, un desastre.

Por otra parte, durante ese mismo intervalo de tiempo, gracias a la Física: el láser; y a la Bioquímica: los implantes, la cirugía reparadora pasó a llamarse cirugía plástica, y de ahí devino en "centros de belleza". Además, las mujeres que fueron las grandes benefactoras de esa evolución, mucho antes que los hombres, unido al hecho de la inmadurez antes dicha de las nuevas generaciones masculinas, han propiciado la aparición del varón "maduro resultón" cuyo primer representante fue Felipe González, primero con las patillas y, a renglón seguido, las sienes plateadas. Gracias a esa evolución y casi revolución científico-técnica-estética, unido al hecho de la aparición del nuevo grupo de adultos inmaduros, junto con otros factores sociológicos que sería prolijo detallar en un escrito de este tipo, hizo florecer la aparición ese nuevo tipo de "maduro resultón".

Por último, qué duda cabe que un tipo de hombre es el "de torpe aliño indumentario" que decía don Antonio Machado, y otro bien distinto es el del individuo "fanegas" poseedor de "panza cervecera" o de "hígado jerezano" que decían los pseudo-progres de unos años ha. Así que, si algún lector se siente un "maduro resultón", le deseo el mayor de los rendimientos que pueda obtener de esa figura.

Y para que constate la sinceridad de mis palabras, una afirmación: ¡yo también me siento un maduro resultón!

A mi amigo A.

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