Martes de Carnaval

Cuando estalló la crisis a principios del milenio muchos de los afectados pudieron sobrevivir gracias a la paga del abuelo/a

Se nos mueren nuestros mayores entre los cajeros. Mientras avanzamos con nuestros cuerpos entre las calles. Mientras avanzamos inexorablemente entre la materia. Se nos mueren nuestros mayores entre los cajeros. No es un farol. Seguimos sosteniendo un sistema de pensiones crítico, al borde del colapso. No salen las cuentas. Cada mes que pasa, cada semana que se va, cada día que perece se desangra y, sin embargo, nadie mueve un solo dedo en su defensa. No somos conscientes de la importancia que tiene el defender las pensiones. Para cuando eso llegue, será demasiado tarde y tendremos que conformarnos con lo que el líder de turno decida. Y nosotros solo tendremos que agachar la cabeza y asentir con ella.

Cuando estalló la crisis a principios del milenio muchos de los afectados pudieron sobrevivir gracias a la paga del abuelo o de la abuela, que eran quienes se encargaban de surtir el plato de comida encima de la mesa. Parece que fue ayer y ya lo hemos olvidado. Nos han subido un poco el sueldo, nos han dicho que todo va mejor -no sé dónde ni cómo, con la que está cayendo- y hemos hecho oídos sordos al legado más próximo que hemos tenido. ¿Cómo no lo vamos hacer, si tenemos a nuestros muertos aún en las cunetas? Si aún seguimos masticando el amonal entre las mandíbulas, mientras sus héroes son recibidos en las grandes plazas y en las grandes universidades, ¿cómo no vamos a hacer caso omiso a lo que les pasa a nuestros mayores?

Se nos mueren nuestros mayores entre los cajeros. Y con ellos, la memoria del ayer, lo que somos y lo que fuimos, lo que queremos ser. Rechazamos sus historias, nos huele a naftalina y a mueble viejo. Somos mejores que ellos, nos decimos. Al fin y al cabo, ellos pertenecían a un pueblo de cabreros, al que a nosotros ya no nos representa. Y nos sentamos a ver a MHyV, Sálvame Deluxe, Vida mía, o First Day. Engominados, vestidos con la ropa último modelo, con los pies encima de la mesa y empuñando un móvil o una tablet creyendo que el mundo nos pertenece a golpe de tweet.

Se nos mueren nuestros mayores entre los cajeros y, cuando eso paso, preferiremos decidir qué parte de la herencia nos pertenece. Y si no nos gusta, siempre nos quedará que se nos mueran nuestros mayores entre los cajeros. Esto es Martes de Carnaval, cuando ya nos hemos quitado todo lo que aún quedaba detrás de nuestras máscaras.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios