La tribuna

Manuel López Muñoz

Mary Beard, premio Princesa de Asturias

HACE unos días, se supo la noticia: Mary Beard, Catedrática de Clásicas de Cambridge, ha recibido el Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales. Desde luego, me alegró que se galardonara a una persona de Clásicas y me asombró que no fuera en el área de Comunicación y Humanidades. No era la primera vez: ya le ocurrió en 2012 a la filósofa Martha Nussbaum, defensora del valor de las Humanidades en nuestros tiempos, y reconocida por su aportación a las Ciencias Sociales. Quizá el problema sea que deberían dejar sólo el nombre de Comunicación en una categoría y modificar la otra para denominarla "Humanidades y Ciencias Sociales", pero eso es materia para un debate diferente. Desde luego, en Mary Beard no se premian grandes aportaciones al avance de la Filología Clásica, sino su grande y contrastada capacidad para acercar el Mundo Clásico a los ojos de la ciudadanía del siglo XXI. Quienes llevamos tiempo siguiendo su blog A Don's Life en el Times Literary Supplement podemos dar fe de esto: tanto sus libros como sus documentales para la BBC parten tanto de la necesidad de luchar para que no se pierdan las raíces grecolatinas de Europa como de la convicción de que ese combate no se libra en el campo de batalla de las bibliotecas, sino con en el de la comunicación.

Muchas veces lo he dicho, incluso en foros públicos de especialistas en Clásicas: nuestras materias no pueden permitirse el lujo de vivir al margen del mundo, como si su único objetivo fueran ellas mismas y su progresiva desaparición fuera sólo consecuencia de la universal conjura de los necios. Al contrario, necesitamos gente que acerque los Estudios Clásicos a la gente de la calle, que les explique las cosas y les haga entender que aún seguimos aportando conocimientos al panorama de nuestros días. Necesitamos un buen comunicador por cada noventa y nueve eruditos. Necesitamos un Carl Sagan, un Neil deGrasse Tyson, un Michio Kaku, un Stephen Hawking (Príncipe de Asturias... ¡de la Concordia!), que reivindiquen nuestra especialidad y, al popularizarla, contribuyan a mantenerla viva. Conste que digo "popularizar", no "vulgarizar". Para ser un buen divulgador, lo primero es ser un buen conocedor y añadirle a eso la casi mágica cualidad de expresar sencillamente lo complejo y simpáticamente lo no cotidiano. Un divulgador no es un dilettante, sino un académico dotado de la virtud de la persuasión. Hay varios en activo actualmente: baste pensar en Wilfried Stroh o, más cerca, en Emilio del Río y su sección Verba volant, los domingos en Radio Nacional de España.

Mary Beard pertenece a esa casta de estudiosos simpáticos que ayudan a olvidar a los dómines que esculpieron nuestra adolescencia considerando más importante un genitivo singular que el conocimiento y la apreciación del Mundo Antiguo. Aquella estirpe de gramáticos desconectados del tiempo y el espacio nos ganó en parte el rechazo de sus estudiantes cuando llegaron a la cúspide del sistema educativo y convirtieron sus experiencias en marginación de nuestros estudios. Esta otra estirpe, la de los comunicadores, nos permitirá transmitir que la Filología es, al final, la herramienta que nos permite llegar al conocimiento del pasado con los textos como guía. Sin duda, muchas otras personas merecían el Premio Princesa de Asturias, aunque fuera en Ciencias Sociales, y entre ellas está Mary Beard, que le pone rostro y palabras a nuestro trabajo.

Congratulations, Professor!

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