Carta del Director/Luz de cobre

Mascarilla, guantes, gel y nueva normalidad

Mantengamos la aventura viva, que como dice Jöel Dicker, son las vacaciones de la vida

LA vida es una novela que ya sabemos como termina: al final el protagonista muere. Así, que lo más importante no es como acaba nuestra historia, sino cómo vamos a llenar nuestras páginas. Pues la vida, igual que una novela tiene que ser una aventura. Y las aventuras son las vacaciones de la vida. Es el final del último libro de Joël Dicker, "El Enigma de la habitación 622". Sin develar nada de la historia, me ha parecido el mejor de los principios para iniciar mi cita dominical con ustedes, en la que trataré de arrojar alguna luz, siempre sin base científica, sobre la "nueva normalidad" en la que ya nos movemos y nuestro idilio, necesario, con la mascarilla, con los guantes de látex y con el gel hidro alcohólico. Un idilio que tiene toda la pinta, por nuestro bien, de permanecer y extenderse en el tiempo hasta que la vacuna nos libere de la COVID-19, el maldito bicho que nos acogota cada día, durante el confinamiento y después, sin que seamos capaces de ir más allá de cuidarnos, de atender a los demás y de tratar de prolongar, como afirma Dicker, nuestra existencia finita lo más posible.

Los tres elementos que dan título a este artículo se me antojan esenciales para ir llenando nuestras páginas diarias, nuestro tránsito por la vida, sin más altibajos que los propios de la existencia. Alejémonos de las heroicidades y cumplamos, de forma estricta, los consejos que cada día tratan de inculcarnos para mantener la "nueva normalidad" más allá del confinamiento, con la posibilidad de salir con los amigos, acudir al trabajo o poder darnos un baño en el mar, en este tórrido verano, que nos mantiene en permanente tensión y que poco o nada se parece a aquellos de hace un año y que se nos antojan tan lejanos en el tiempo.

La vida es una aventura. Una aventura que nosotros escribimos cada día, a la que no dábamos importancia por normal, por cotidiana, por común incluso, y que ahora sujetos de pies y manos por los grilletes y las esposas del coronavirus amenaza con estallar, haciendo añicos todo cuanto ocurre a nuestros alrededor, en nuestro entorno, sin que podamos hacer mucho por evitarlo. Pero está en nuestra mano cumplir con los detalles de la mascarilla, del gel o de los guantes y un esfuerzo por mantener la distancia para convertir esta pesadilla en una aventura propia del mejor Indiana Jones y salir victoriosos de una guerra que no vemos, pero que acecha ahí, en cada gotita de saliva, respiración entrecortada o sudación, para convertir la mejor de las peripecias en una pesadilla sin final, en la que los protagonistas seamos nosotros, con una pléyade de actores secundarios contagiados que al final, más pronto que tarde, se convierten en protagonistas no deseados de un thriller de terror. Mantengamos la aventura viva, que como bien dice Jöel Dicker, son las vacaciones de la vida.

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