Utopías posibles

Luis Ibáñez

Máster en Ética

El máster de Casado es una clara evidencia de que el ascensor social está averiado

No cabe duda de que el Partido Popular cuenta con muchas personas honestas, con principios firmes, bien formadas, cuya trayectoria ha sido la de defender unas ideas que, nos gusten o no, son las que creen más adecuadas para el progreso de nuestro país. Conozco bastantes. Por eso deberían ser tanto el electorado del PP, como simpatizantes y militantes, los primeros en denunciar abiertamente la actitud de su actual líder, Pablo Casado.

La izquierda partidista se frota las manos con el Caso Máster, mientras la derecha se cierra en banda afirmando que todo es mentira, que es una maniobra política, y que solo se busca el desgaste de Casado. Lo peor es que se empiezan a leer y escuchar opiniones que minimizan la importancia del caso, diciendo que si no es un máster, será una bolsa de pipas que robó de pequeño en un kiosco.

Sin embargo, el tema es mucho más grave de lo que parece, y su análisis debe ir mucho más allá del aprobado o el sobresaliente en determinadas asignaturas. Este caso muestra lo peor de las élites de nuestro país, aquellas que con recursos económicos, amistades, influencias y poder consiguen todo lo que se proponen. Mientras tanto, una gran cantidad de familias se ven ahogadas económicamente para conseguir que sus hijas e hijos tengan estudios, y una vez conseguida la titulación, tampoco existe la más mínima garantía de que vayan a acceder a un puesto de trabajo acorde a su preparación, pasando años en oficios que poco tienen que ver con su titulación, con sueldos miserables y una gran inestabilidad, forzando aún más la ya precaria situación familiar.

El máster de Casado es una clara evidencia de que el ascensor social está averiado. Hay quien tiene que escalar con cuerda y arnés cada uno de los escalones, y hay quien sube a un décimo piso en transbordador espacial y en clase business, para no mezclarse con la plebe. Nos merecemos algo más. Es una cuestión de justicia y ética. Nos merecemos que las personas mejor preparadas y con más firmes principios éticos estén entre la clase dirigente. No nos podemos ni debemos conformar con menos.

El problema de la ética es que se le presupone a todo el mundo, pero se puede perder en un solo instante. Recuperarla es, a veces, imposible. Por eso la conducta de Casado merece la mayor de las condenas: el desprecio social de todas las buenas personas, que son mayoría, tanto en la izquierda como en la derecha.

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