Mbappé y la lógica del beneficio

Al dejarte llevar por la lógica del beneficio, tus asesoras te redujeron, pobre Mbappé, a pura mercancía

Tras un año alardeando sobre su sueño de jugar en el Real Madrid (RM) y prometiendo fichar tan pronto pudiera hacerlo legalmente, el futbolista K. Mbappé decidió aparcar su ideal y firmar por otro equipo que le pagaba el doble de lo pactado con el equipo soñado. El suceso me recordó aquel chistecillo que contaba un médico mientras me operaba (para relajarse, supongo, porque luego él, vocacional impoluto, hacía justo lo contrario): "si el dinero no da la felicidad, para qué coño quiero la felicidad, je, je". Gracieta con retranca que el entorno de Mbappé ha realzado al sucumbir a esa "lógica del beneficio" ante la que nos alertó N. Ordine, como paradigma del alma utilitarista del capitalismo feroz que intoxica la convivencia en esta civilización, con su desprecio por los saberes y virtudes que no se puedan pesar, medir ni tasar. Porque frente al ideal de ahondar en los valores de la Ilustración, lo reduce todo a mero objeto del comercio y del dinero. Lo que se ha publicado del caso, parece confirmar el desatino: el pelotero Mbappé dio su palabra de incorporarse al RM, en unas condiciones económicas sin duda deslumbrantes. Y el RM confió en la palabra dada. Finalmente, el poderío estatal catarí, le hizo otra oferta que reduplicaba la ficha madridista y el jugador se desdijo de su promesa superponiendo la lógica del beneficio, sobre la virtud de honrar lo prometido: solo por lograr un beneficio dinerario tan inmenso que nunca podrá gastar. Aunque con ello falte el respeto a quien confió en él y deshonre su palabra y la lealtad que exigen las relaciones sociales, transformando su promesa en simple mercancía de ocasión, vacía de dignidad, y que al alabarse por muchos nos retrata socialmente, como reos de una cultura sin futuro. Porque sin fe en la promesa ajena ni en que nadie mantenga, como decía Chesterton, una responsabilidad vívida a través del tiempo, que es lo que nos distingue de los salvajes y los brutos, nos convertimos en seres inútiles para cualquier acto trascendente, en seres propios de la barbarie, porque la promesa, como la rueda, es un fruto civilizador: algo inédito en la naturaleza silvestre. Y porque, en fin, solo el cultivo de los valores morales nos permite enfrentarnos a la impiedad de la ley del más fuerte. Así que, al dejarte llevar por la lógica del beneficio, tus asesoras te redujeron, pobre Mbappé, a pura mercancía: te han envilecido el sueño, muchacho.

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