Mendigos ilustres

Cada sucursal bancaria tiene su mendigo ilustre asociado y la entidad, el ente, la sociedad

Alos mendigos antes los llamaban pobres pero como ahora casi todo el mundo es prácticamente pobre, para diferenciarlos, los llamamos mendigos, transeúntes o indigentes. Pues bien, la semana pasada falleció en Almería el mendigo, pobre, transeúnte o indigente conocido como El Palomo. Mendigo ilustre de Almería donde los haya, prodigaba su quehacer diario sin hacer daño a nadie, salvo importunar a todo el mundo pidiendo tabaco o lo que fuera, gritando, tratando de vender un cd de esos de promoción que habría encontrado en algún sitio, tomando cafés de gorra en los sitios donde ponen un café solidario gratis hasta que lo ponían de patitas en la calle con una patada donde se tercie, bebiendo de cartones de vino de buena mañana enfrente de cafeterías no menos ilustres y de paso haciendo sus necesidades donde le viniera en gana sin el más mínimo recato, con predilección por las entradas de las sucursales bancarias que dan cobijo a los cajeros automáticos y a cualquier mendigo ilustre que dispone del hogar improvisado que brindan los que dan y quitan el hogar normalizado al resto. Cada sucursal bancaria tiene su mendigo ilustre asociado y la entidad, el ente, la sociedad y cada ciudadano particular tiene su particular y diferente opinión sobre estos personajes pero a nadie se le pasa por la cabeza ni por asomo que haya que tomar medidas urgentes, dictar leyes, o habilitar instrumentos sociales para darles una solución que les ampare en derechos (y obligaciones) ya que de esa forman corremos el riesgo de perder estos entrañables emblemas de la libertad del individuo, santo y seña de nuestra democracia, que cantamos con orgullo prodigándonos en generar grandes discursos alabando el hecho primordial de que cada ciudadano gracias a las cartas magnas y leyes progresistas tiene todos los derechos (que hay que darlos a mansalva) y todas las obligaciones (que por humanidad nunca hay que mencionarlas). Y que harían sin ellos los rousseaunianos de café, cuando teorizan sobre el porqué de las cosas y piden otra ración de churros. Es importante que no pongamos ninguna solución y que pasemos un romántico velo dickensiano verbalizando españolas opiniones inútiles sobre cualquier cosa. Al Palomo, al de Unicaja de la calle Granada y al otro le echaba yo a los municipales para que espabilasen, pero sea usted municipal, diga una palabra más alta que otra y ya verá lo que le espera.

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