Mentira cochina

Mentimos diariamente. ¿Por qué lo hacemos? ¿Dónde está el límite? ¿Afecta a nuestra salud mental?

Piadosas, cínicas o evitativas son sólo algunos de los apellidos de nuestras protagonistas de hoy, las mentiras. Un par de estudios realizados por las universidades de Virgina y Michigan determinaron que la media de embustes que emite un mortal común es de dos al día. Hay gran cantidad de motivaciones para mentir (también para no hacerlo, claro) y diversos perfiles psicológicos que recurren a este artificio para prosperar en su cotidianeidad. Veamos los más relevantes: El mentiroso social es aquel que emplea la trola para eludir pequeños obstáculos del día a día. Ejemplo de ello supone contarle al plasta de turno que tenemos prisa para ir al trabajo o a recoger niños y así librarnos de la chapa monocorde que sabíamos asegurada. El mentiroso egoísta supone el siguiente nivel. Se aprovecha de la mentira para obtener un provecho personal. Engaña a las instituciones para obtener beneficios sociales, miente para eludir responsabilidades legales o falta a la verdad en sus relaciones interpersonales para perpetuarse en una situación ventajosa.

Después podemos encontrar al mentiroso profesional. Su trabajo consiste en engañar constantemente. Seguro que se imaginan unas cuantas ocupaciones de este tipo. Las vemos en la tele y los sufrimos en el trabajo. Este grupo se nutre, a su vez, de los embusteros psicópatas que directamente gozan mintiendo. El psicópata se lo pasa pipa engañando y manipulando a quien tiene a su alrededor. Sin complejos ni mala conciencia explotan y parasitan al infeliz que pillen por banda. Imagínense cuando esta gentuza accede a un consejo, dirección o partido donde pueden dar rienda suelta a su psicopatía ganando, además, pasta por ello.

Nos queda un último subtipo. En términos clínicos llamamos pseudología fantástica al torrente constante de historias extraordinarias que le suceden a algunas personas. En la calle es el fantasma de toda la vida. Hay que tener cuidado porque las investigaciones vinculan la mentira a una mala salud mental. Los estudios también indican que cuanto mayores nos hacemos más nos polarizamos. Quien usa la mentira con fines sociales y adaptativos la va dejando de emplear progresivamente. Los mentirosos malignos todo lo contrario, hipertrofian esta fea habilidad.

Y aunque todos podemos, en un determinado momento, hacer uso de un embuste es importante subrayar que nos enmarcamos en uno de estos perfiles. ¿En cuál se reconocen?

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