La tapia con sifón

Meter la bacalá

O sea, que es como dar gato por liebre y por extensión, engaño, fraude. En ese sentido, a mí me han metido la bacalá esta semana

Aunque pueda sonar algo soez, la expresión "meter la bacalá" no tiene connotaciones sexuales. Tampoco equivale a meter la pata, como dicen algunos internautas. Según sesudas investigaciones filológicas, este dicho procede del mundo doméstico-gastronómico. Cuando un ama de casa compraba bacaladillas y se las colaba como pescadillas al marido, poco ducho en el conocimiento de las especies marinas, se decía que la había metido la bacalá. O sea, que es como dar gato por liebre y por extensión, engaño, fraude. En ese sentido, a mí me han metido la bacalá esta semana. No es que me hayan colado bacalaícas por pescadillas, que hasta ahí sí llegan mis breves conocimientos de ictiología. Lo que me ha ocurrido es que compré media docena de ejemplares en uno de mis puestos habituales de la Plaza, me las limpiaron y abrieron en canal para hacerlas al estilo almeriense, y al comerlas resultaron saladas, secas y de sabor raro. Como no suelo poner sal al pescado y las freí en abundante aceite virgen extra muy caliente durante muy breves minutos, no me explicaba el desastre. Tiré las seis bacalás a la basura y me puse a investigar. A la primera consulta, un buen amigo hostelero que compra a diario pescado fresco, me dice que, como la bacaladilla es pescado de poca duración, a veces las meten en agua con sal para que se mantengan tiesas y de aspecto fresco. Y te meten la bacalá, fraude difícil de detectar antes de comerlas porque se mantienen brillantes y con buen olor. Apenas se aprecia una decoloración de las agallas, que no ves si te las limpian. Hay que mirarles bien los ojitos y las agallas antes de pedir que las avíen. Porque no pienso dejar de comerlas. Al estilo almeriense: limpias de raspas, abiertas, rebozadas en huevo y pan rallado, fritas en abundante aceite de oliva a 180º para que queden crujientes por fuera y jugosas por dentro, y acompañadas con una salsa de tomate casera. También vale una ensalada fresca. O un salmorejo, que va bien para acompañar fritos. Con unas verduras rebozadas crujientes (pimientos, berenjenas, calabacines), lo sirven en las cordobesas Bodegas Campos, que dio un salto cualitativo en 2008 cuando fichó a Celia Jiménez. Celia había conseguido en 2005 la estrella Michelín en El Lago de Marbella, y ahora tiene su propio restaurante en el complejo deportivo Open Arena, a pocos minutos del centro, camino de Medina Azahara.

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