Mienta, pero con clase, por favor

Un desafío que enlaza con una no menos justificable preocupación por el futuro de nuestras culturas actuales

Con sana atención y cierto recelo sigo, siquiera de reojo, los progresos sobre la carga de información psicológica que aportan los microgestos faciales humanos. Se trata de una forma expresiva no verbal con la que se exhiben de forma instintiva y en décimas de segundo, por tanto, de modo incontrolable, características psíquicas del sujeto observado, muy significativas para un observador versado. Es cierto que un solo gesto aislado revela poco, pero si se suma a otros y se analiza su reiteración en el tiempo, (gesticulamos más de trescientas veces por hora), se descubre, por ejemplo, si alguien miente o no. Y además el mosaico de micro tics exhibido, dada su raíz neuronal, refleja fielmente la semblanza psíquica estudiada: solo es cuestión de saber interpretarla. Así que nos llega una ciencia aún incipiente, pero con un potencial enorme para valorar la fiabilidad del interlocutor a través de un lenguaje tan universal como el corporal, que hasta ahora usábamos a veces aunque de forma innata, no consciente. Lo que nos permite augurar que pronto tal vez se disponga de algún "verómetro", (¿incluso en formato disponible en el móvil?), que nos certificará en tiempo real, la fiabilidad que merece cualquier declaración humana en todos los ámbitos de la vida. Quizá esto no sea algo verdadero, pero verosímil sí que parece. Y turba un poco, cómo no, tal progreso técnico en ciernes, porque la capacidad de acceder al nivel de credibilidad de nuestro prójimo, (en sede judicial, comercial, amorosa, religiosa...), y nos permita apreciarlo por cabal o censurarlo por burlador, ha sido uno de los desafíos más trascendentes de la humanidad. Un desafío que enlaza con una no menos justificable preocupación por el futuro de nuestras culturas actuales. Porque, ¿se imaginan cómo cambiarán las relaciones sociales, cuando un aparatito revele a ciencia cierta, si el gesticulador de turno nos miente o no? ¡Ca!, al cabo sería solo una ilusión porque, bien mirado, no es algo que no esté ya normalizado en la cultura pública, convertida en un hábitat ideal para atraer a psicópatas, neuróticos o ególatras de libro, y que triunfen a pesar de engañar sin escrúpulo, incumplir lo prometido y victimizarse culpando al otro. Y no pasa nada, oiga, acaso porque en el fondo la realidad es muy cruda y alivia que nos mientan. Aunque a ver si el verómetro este logra que al menos nos mientan con algo de clase, por favor.

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