Miércoles

Siempre quiero levantarme de la mesa e irme a la habitación con el mueble rojo y mi caja de tebeos

He vuelto a andar por la misma calle por la noche como si viviera de nuevo allí. Las calles están mal iluminadas, hay poca gente y hace frío. He vuelto a dormir en la misma habitación en la que dormí ese tiempo fugaz e inconsciente del que ahora sólo quedan restos de papel pintado con formas de figuras que ahora son manchas de humedad.

En esta habitación había un mueble de madera pintado de rojo con un pequeño armario con una cerradura que guardaba montones de los tesoros y de misterios. Enfrente de la habitación hay un patio que ahora está cerrado con un ventanal, pero que antes estaba abierto. En verano mis padres ponían la televisión en la habitación y la veíamos desde ese patio, no sé cómo, porque es muy pequeño. En la habitación también vi la televisión sentado en un sillón, recuperándome de una herida causada por un accidente con la puerta del patio. Recuerdo todavía la película que vi.

La estuve recordando mucho tiempo después de verla, creo que fue la de Lindbergh de James Stewart, el águila solitaria. Una vez se lo pregunté a mi padre algunos años después del accidente pero me decía que cómo se iba a acordar. Sí, era esa. La puerta del patio ahora tampoco cierra bien, está destinada a romperse, a romper el cristal como antes, sólo que antes iba cargado con una caja llena de soldaditos de plástico y el viento quiso cerrarla, lo cual impedí yo con la rodilla, rompiendo el cristal y haciéndome una herida muy aparatosa. Recuerdo que todo el mundo estaba muy asustado y yo estaba como si no pasara nada. Gracias a ese accidente estuve sentado en la habitación bastante tiempo viendo la tele. La cama de la habitación tenía una colcha azul y yo ordenaba los tebeos sobre ella, pasando allí toda la tarde, toda la mañana, todo el día. En la cocina había una despensa que ya no existe, una despensa que luego hizo de trastero y que tenía también montones de tesoros, como el armario del mueble pintado de rojo.

En las estanterías, en todo lo alto, guardados en cajas. Las ventanas eran de perfiles metálicos, pintados de color gris claro. Se cerraban con una manivela acanalada que nunca cerraba bien. La habitación de al lado era un salón comedor y había un sofá rojo y estaba también la televisión. Recuerdo preguntar a mi padre durante la comida si me podía levantar ya. Y siempre quiero levantarme de la mesa e irme a la habitación con el mueble rojo y mi caja de tebeos.

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