Mirando al tendido mientras el virus circula

A las autoridades que no vigilen el cumplimiento de las normas habrá que hacerlas también responsables de lo que ocurre

Parece que este verano va a ser el de la juventud contagiada o, si me permiten el neologismo, envirecida. Unos centenares se van de viaje de fin de estudios a Mallorca y ahí fue la de Troya: está claro que cogieron el bicho al aire libre. Unos centenares se juntan en una discoteca y chúpate esa: está claro que llevaban el bicho puesto de casa. Son los únicos culpables, claro. Si hacemos caso al discurso de la España de los Boletines Oficiales, esos jóvenes no están envirecidos, sino envilecidos, por su caprichoso egoísmo. Por eso, todo son exhortaciones a la buena y decente conducta: respetar las normas, no dejar la mascarilla por ahí, portarse bien y, en suma, ser responsables. ¡Gran invento este de culpar al pecador de sus pecados y olvidarse de quien lo anima a pecar! Si luego se contagian, no será que no se les ha advertido, evidentemente.

Según el Diccionario de la Lengua Española, responsable es la persona que pone cuidado y atención en lo que hace o decide, luego tiene lógica que se pida responsabilidad a los contagiables. También se define como responsable a quien está obligado a responder de algo o por alguien, luego no estaría de más pedirle cuentas a algún otro grupo o colectivo. Digo yo que las familias que se encogen de hombros algo pintan en esta historia. Digo yo que los empresarios que prefieren los ingresos al control de aforo tendrán una parte de culpa. Digo yo, aunque sea por decir algo, que a las autoridades que no vigilen el cumplimiento de las normas habrá que hacerlas también responsables de lo que ocurre, evidentemente.

Seriedad: no vale darse golpes de pecho mirando a Cuenca. Estoy de acuerdo con las llamadas a la buena conducta, pero de todos. Los fiesteros deben actuar responsablemente; las familias deben hacerse responsables; los mercaderes del ocio tienen una responsabilidad y las autoridades son las que responden. Su trabajo es, además de sermonear con carita de niños buenos, instar el cumplimiento de la norma, actuar contra quien se la salta a la torera, tomar las medidas necesarias para garantizar el derecho de todos a la salud y, ya puestos, responder ante nosotros de sus actuaciones y de sus inacciones. No es admisible que, ante un problema con causas perfectamente identificadas, nuestros regidores miren al tendido y nos brinden la faena. Su responsabilidad, además de pedirla, es dar respuestas y tomar decisiones, evidentemente.

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