Misántropos de la razón

Las pretensiones de muchos de los políticos parecen ser solo aquellas que, día sí y otro también, aparecen en portadas

Llevamos ya tiempo levantándonos con titulares que, desde la consideración de quien escribe, constata una realidad incuestionable y el deseo insatisfecho para muchas personas que vivimos en este país. La estulticia se apodera de los más elementales pilares de la sociedad, el de los gobiernos de los que dependemos, el de los gobernantes que nos gobiernan. No hay día donde la incredulidad ante lo insólito rompa barreras.

Cualquier análisis que plazca realizarse sobre el asunto termina focalizando el problema siempre en ellos. La desconfianza que ofrecen es absoluta. Las pretensiones de muchos de los políticos parecen ser solo aquellas que, día sí y otro también, aparecen en portadas, a modo de ignorar el miedo al ridículo y el esperpento, al de ser inmunes a la disputas feroces por el poder. Se negocian Presupuestos del Estado en cárceles, el Presidente con alergia a las ruedas de prensa, parlamentarias hablando en el Congreso como papagayos y sin sentido, otros que adoran la píldora de la democracia a independentistas que la quieren romper.

Esta situación trae a mi memoria uno de los coloquios de "El Misántropo" de Moliere que, contextualizado hoy, podría describir certeramente la causa de esa desconfianza y los achaques que asolan a este sistema necesitado de cambio. En él, Alcestes, rechazando la mediocridad social aceptada y las asumidas pleitesías de la corte de su tiempo, comparable a parte de nuestra gobernanza, comparte con su amigo Filinto: "Por más que en todas partes le den títulos viles, hacia él ninguno ve su miserable honor. Llamadlo astuto, infame y alevoso maldito, y están todos de acuerdo sin que os desmienta nadie. Sin embargo su jeta doquiera es bienvenida; es reído, acogido, se insinúa con todos, y si hay con artimañas que disputar un rango, sobre el más honorable colocado lo vemos ¡recontra! Me produce mortales puñaladas el ver que con el vicio se guarda compostura."Sí, estamos viviendo un momento de anquilosamiento y pérdida del norte de la clase política. Un barco sin rumbo. No sabe, o no quiere, colocar al país en el lugar donde su gente merece, servir a su gente. Solo se sirven a ellos mismos. Hacen suya las malicias de la fábula del sapo sordo, e inyectan a la masa social el peor de los venenos, el aceptar como normal actitudes y semblantes anormales, cuando no estúpidas. No paro de preguntarme dónde está el límite.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios