El callejón del gato

Modas y tradiciones

Me enteré por la prensa que a principio de julio ya había muerto un británico practicando balconing

El verano es la estación del año destinada a disfrutar de las vacaciones y a la celebración de todo tipo de fiestas para darle gusto al cuerpo. Dentro de las múltiples manifestaciones fiesteras, unas obedecen a la moda y otras proceden de arraigadas tradiciones. El balconing es una moderna diversión que practican los turistas, la mayoría ingleses, cuando vienen de vacaciones a Mallorca que consiste en subirse a la barandilla de un balcón y tirarse de cabeza a la piscina. Debe de ser una experiencia muy emocionante ya que cada vez son más los turistas que la practican. Claro que a veces falla la puntería y termina la cosa en un caramonazo que, en ocasiones, puede ser mortal. Este año, sin ir más lejos, me enteré por la prensa que a principio de julio ya había muerto un británico, practicando balconing desde el segundo piso de un hotel de Magaluf y que, en esa misma semana, otros tres turistas habían fallado en el tiro y sufrieron graves heridas. Todo sea por animar la fiesta que si además se acompaña con cuatro copas y un par de canutos, la sensación puede resultar de lo más atractiva. También me enteré por la prensa la semana pasada de la muerte de un joven de 26 años, en este caso español, a consecuencia de una cornada cuando se celebraba la suelta de vaquillas en las fiestas patronales del pueblo alicantino de Pinoso. En este caso no se trata de una moda sino de una tradición muy española que consiste en jugarse la vida delante de un toro. Son múltiples las maneras de divertirse jugueteando con toros a pecho descubierto cuyo máximo exponente son los universalmente famosos encierros en la fiestas de San Fermín en Pamplona. Si esas carreras con gente mezclándose con toros bravos, callejeando por el centro urbano de una ciudad no hubieran existido nunca y a un alcalde se le ocurriera, en los tiempos que vivimos, programarlas para animar las fiestas, mucho me temo que pensaríamos que el buen hombre habría perdido la olla, y sería sometido al oportuno tratamiento, pero al tratarse de una vieja tradición se anuncia a bombo y platillo desde el balcón del ayuntamiento. A su lanzamiento se suman los medios de comunicación que, sin excepción, fomentan los encierros alimentando el morbo con ese punto de suspense que utilizan a la hora de retransmitir el riesgo de ser corneado. "Sólo tres heridos por hasta de toro en el encierro de hoy", oí decir a la periodista que le tocaba ese día. A la mujer le parecieron pocos.

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